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El tercer progenitor no era un hombre muy paciente. Muchos de los guardias no sabían de qué manera entretenerlo pues ya le habían mostrado la reciente información del estado de Japón bajo el mando de Krul Tepes y le invitaron una de las mejores sangres de su ganado. El muchacho de cabellera rubia los ignoró por completo cuando intentaron divertirlo al dejarlo con las sirvientas más bellas de Ferid. Él no tenía tiempo para placeres sexuales, mucho menos de mujeres que acaba de conocer.


El vampiro de 82 años encendió sus manos en llamas y formó una esfera de fuego, lista para ser enviada con mucho cariño a las mucamas y a los guardias que lo acompañaban en la sala de espera de la mansión de Ferid, pues le encabronaba tener que hacer tiempo con la servidumbre. En ese momento, todos se cayeron de rodillas y se disculparon, una y otra vez, meciéndose para adelante y para atrás.

De repente, las grandes puertas doradas se abrieron de par en par, una alfombra roja rodó hasta los pies del extranjero e ingreso la persona que no estaba esperando. El joven vampiro deshizo el hechizo que iba a lanzar al ver a la serpiente más grande del mundo.

—¡Wolfram Von Bielefelt! Qué alegría tenerle en Japón. Espero que el viaje no le haya cansado demasiado. ¿Cómo la estás pasando en aquella ciudad que alguna vez fue... Berlín? ¿Berlín, verdad? —Exclamó Ferid al abrirse de brazos para darle un abrazo. Su invitado se negó a tal saludo al permanecer en su asiento y se cruzó de piernas—. Veo que ya comenzaste a aterrorizar a mis pequeños. ¿Por qué tan molesto?

—Si sabes lo que te conviene, Ferid, prefiero que me digas a donde se fue ella. No quiero que me hagas perder más tiempo —dijo con una voz imponente. Ferid pasó saliva al escuchar dichas palabras y se limpió el sudor de su frente con un pañuelo bordado.

—Ah... —contestó con cautela, ya que la vez anterior, Wolfram casi lo decapita—. Eres muy perspicaz. Es cierto. Krul no se encuentra en Sanguinem por el momento. Se ha retirado con una de sus tropas para averiguar algunos asuntos. Lamentablemente, no sé su ubicación exacta. Estoy seguro que no tardará en venir —aseguró bastante intimidado por la expresión neutral del vampiro de ojos verdes.

Sin decir una sola palabra más, Wolfram se incorporó de su asiento y se encaminó a la ventana para ver el paisaje. Sanguinem era la ciudad más fea que había visto. Ni porque han pasado tantos años, se han inmutado en perfeccionarla. Su reinado en Alemania no se comparaba a estos huecos y pocilgas tan descuidadas. Era como ver la casa de un mendigo, y era un hecho de que Krul estaba haciendo un pésimo trabajo. Puede que sea uno de los vampiros más jóvenes con el cargo de tercer progenitor, pero le encantaba la idea de pelearse con Krul y Lest Karr por dicho territorio sabiendo que era el más fuerte entre los tres.

—¿Recuerdas esa vez que casi te decapite, Ferid? —Comentó con una sonrisa de oreja a oreja y un tono de voz más amigable. Para el sétimo progenitor, esa era una señal de alarma. Cualquier cosa podía ocurrir si no tenía cuidado con tal temperamental y arrogante vampiro.

—P—por supuesto, mi señor. Ver su excelente poder con la espada fue todo un honor —tartamudeo al dar unos cuantos pasos atrás, inclinándose con sumo respeto. Sus pies se encontraban fuera del cuarto en caso de que ese suceso se vuelva a repetir.

—Buenos recuerdos. Pero me gustaría tener mejores. ¿Qué te parece si me das un recorrido por la ciudad?

Ferid no sabía qué decir. No tenía el permiso de Krul ni de otra autoridad para darle un recorrido por la zona. Había algunas partes que eran solo para los que residían en Japón. Supuso que podría llevarlo por las calles y mostrarle donde vivían los ganados. Cosas sin importancia.

¿Quién se comió a los vampiros?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora