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El sol ya se había escondido dándole su lugar a la luna, un ligero viento se sentía por las calles pero no lo suficientemente frío.
Las estrellas eran opacada por las luces de Francia.

La puerta de una casa pintada de un rosa desgastado se cerró detrás de la joven, sus tacones provocaron ruido contra la vieja madera de la casa.

— ¿Bell? — una voz femenina la llamó.

— Perdón por la tardanza, es que las horas se pasaron rápido — explicó, en el perchero dejó su abrigo y debajo su portafolio.

— Tu padre esta en el almacen. Pensava che fossi già tornato — hablaba la mujer en un tono preocupado mientras se secaba las manos con una tela —

— Gracias por no decirle que no había llegado — acercándose hasta la mayor — Prometto che la prossima volta arriverò prima.

La contraria la miró con dulzura y le acaricio la cara con cariño.

— No acostumbres a llegar tarde, sabes que me angustio rapido...— dijo con un tono suave.

— No lo haré

Una puerta se escuchó abrirse y cerrarse.
La mujer y adolescente se adentraron más a la cocina. La mayor siguió cocinando la cena y la menor empezó a sacar los platos del mueble.

— Hola papá — lo saludo mirandolo sobre su hombro sonriente.

El hombre se acercó y beso la cabeza de su hija mintras apollaba sus manos en los hombros de ella. Se dirigió a su esposa y le beso la mejilla recibiendo una sonrisas de la contraria.

Luego de unos minutos tres de los  integrantes de la familia Rossi se encontraban cenando.

El padre de la familia hablaba de su día y de cómo le había ido en el negocio su esposa también comentaba de vez en cuando.
Su madre siguió hablando después de él, su hija se puso feliz de cómo contaba que algunas señoras y vecinas la saludaban, su madre no manejaba del todo el frances, fueron un poco complicadas los primeros meses en Francia.

— Bella, hoy fuiste con tu amiga a hacer una tarea ¿No? — habló derepente su padre, cambio de tema para dejar la conversación anterior atrás.

La mencionada trago lo que comía y tomó una servilleta — Si....pudimos terminar la mitad del trabajo — se limpio la boca y tomó uno de sus cubiertos. Se mantenía tranquila.

— Me alegro que te allá tocado con la señorita Sabiani, se nota que es muy responsable e inteligente por lo que nos cuentas — siguió hablando.

— Si...Annick es muy buena compañera de estudio, tuve suerte que me allá tocado con ella...— corto un pedazo de zanahoria y siguió comiendo.

— Tal vez la próxima vez puedan trabajar en casa — propuso el mayor de los Rossi.

Bell dejo de comer para prestarle atención — No creo que sea posible, es que a Annick se le dificulta ya que vive muy lejos...y tiene un largo viaje hasta su casa — estaba mintiendo pero no del todo, su amiga si vivía lejos.

— Bueno en ese caso no tengo problema con llevarla a su casa en la camioneta, llegaríamos rápido —  solucionó.

Su corazón empezó a latir más rápido producto de la posibilidad de ser descubierta — No no podemos porqué....a Annick no le gustan los autos — inventó otra vez.

Sus padres la miraron extrañados.

—..¿No le gustan los autos?..— Preguntó sin entender.

— Si es que...le dan mareos los transportes por lo pequeños que son y eso, por eso siempre viaja a la escuela en bicicleta — finalizó la mentira, esperaba que le creyeran.

𓍢ִ໋𝑳𝒂 𝑩𝒊𝒃𝒍𝒊𝒐𝒕𝒉𝒆̀𝒒𝒖𝒆 𝑺𝒆𝒄𝒓𝒆̀𝒕𝒆/𝘑𝘰𝘴𝘦𝘱𝘩 𝘋𝘦𝘴𝘤𝘢𝘮𝘱𝘴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora