5- El quinto reino.

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Melissa Crane:



Tosí como cuatro veces luego de inhalar todo el humo del lugar. Juro que pensé caer en varias situaciones peligrosas, pero el Reino de las Nubes nunca pasó por mi cabeza. Los ojos me picaban y la vista se nublaba. Pude sentir cómo perdía el equilibrio de mi cuerpo. Algo había en el ambiente, alguna sustancia que me hacía sentir tan mal.

Temo que sea veneno. De ser así, debo ponerme inmediatamente en un sitio seguro y alejado de él.

Apenas visualicé a las personas a mi alrededor. Hombres, mujeres, niños, ancianos, todos caían al suelo soltando espuma por la boca. ¿Qué demonios es esto?

Traté de avanzar hasta el cuerpo inconsciente de un pequeño como de diez años. Verifiqué su pulso, aún palpitaba. Todavía podía salvarse. El niño tenía los labios entreabiertos y ya habían empezado a adquirir una coloración violácea.

—¡Ayuda! —grité, mi voz sonó más desesperada de lo que realmente me sentía—. ¡Alguien, ayúdeme!

No fui la única que pidió auxilio, escuché las voces desgarradoras de todos los que se encontraban en mi misma situación, o tal vez peor. Lo que me extrañó fue, que, para ser una situación tan alarmante, sean pocos los que pidan ayuda.

Como si estar en apuros y no ser salvados fuera una especie de rutina.

La vista volvió a nublarse, pude presenciar el decaimiento de mi cuerpo.

Mordí con una fuerza que ni sabía que tenía mi lengua, haciéndome sangrar, para evitar desmayarme. Cargué al pequeño en mi espalda con algo de esfuerzo y avancé hasta la casa más cercana.

Las edificaciones eran rústicas y pequeñas, por lo que debo suponer que me encuentro en una aldea de plebeyos.

—¿¡Hay alguien aquí!? ¡Traigo a un niño, por favor, ayúdenme!

Ni siquiera esperé respuesta. Pateé la puerta sin piedad, encontrándome con otra escena digna de ser expuesta en una película de terror.

Una familia masacrada. Quien, supongo era el padre, estaba inerte en el suelo de madera con los ojos abiertos; a la madre le habían volado los sesos con lo que, imagino, se trató de una bala; había dos chicos, seguramente adolescentes, muertos por pérdida de sangre, a uno le cortaron el cuello y al otro, el vientre.

El aroma a oxido causó escalofríos, pero los ignoré y me apresuré a subir al segundo piso. Entré a la primera habitación que vi. Deposité al niño en la cama y palidecí al darme cuenta que su respiración cada vez estaba más débil.

Acerqué mi nariz a la suya. Su aliento no tenía olor alguno. Eso significa que el veneno del aire no es producto de magia oscura, se trata de magia ilusoria.

Era cierto que, como Sol Hayden, sabía emplear esa magia; pero mi yo actual no posee siquiera poder mágico. Por suerte memoricé todas las recetas para hacer antídotos en caso de envenenamiento con mis flechas. Puedo salvarlo.

—Debo darme prisa.

(…)

La cocina de la cabaña no tenía todos los materiales para hacer un antídoto cien por ciento exitoso, pero pude, en cambio, crear uno que mantendrá al niño vivo por unas horas más. Debo hacer tiempo, debe haber un doctor más especializado por alguna parte; quizá hasta pueda obtener los materiales necesarios para hacer una poción más efectiva.

Pero no puedo irme y dejar al niño solo. Si algo le pasa…

Un ruido en el closet me hizo ponerme de pie.

La Villana Merece un Final FelizWhere stories live. Discover now