66: EL CORAZÓN DEL DIABLO

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Vestido con una bata blanca y recostado en la camilla del hospital, Kenneth apretó la mano de Aidan, quien estaba a su lado. Buscó su mirada y le ofreció una sonrisa nerviosa. Hoy, finalmente, descubrirían el sexo de su bebé. Después de tanto tiempo y aún con el infierno ardiendo a sus pies, amenazando con tragárselos, su pareja se había vuelto un poco paranoico. En ese preciso instante, mientras estaban a punto de hacer un descubrimiento trascendental, había varias personas alrededor del hospital, incluyendo a Leonardo y Darick, lo cual le proporcionaba una sensación de seguridad.

Después de todo, Markus seguía siendo la sombra maligna que se cernía sobre ellos, aguardando el momento oportuno para atacar.

La doctora tomó un frasco de gel y se lo mostró, esbozando una pequeña sonrisa.

—Estoy nervioso —murmuró Kenneth.

—Yo también —admitió Aidan, inclinándose hacia él y besándolo en la frente—. Esto es algo... nuevo para mí.

Era cierto, para ambos. Acostumbrados a la muerte y al dolor, el inminente nacimiento de una nueva vida representaba una experiencia aterradora.

—No hay motivo para la preocupación —aseguró la doctora, sosteniendo el lector en su mano—. Todo va a salir bien.

Aidan asintió en confirmación. Kenneth, por su parte, se limitó a suspirar. La mujer tenía razón, en ese momento no había nada que temer. Aunque lo sabía, o al menos se esforzaba por creerlo, no soltó la mano de su prometido.

»Ahí vamos. —dijo la doctora, concentrándose en la pequeña pantalla y entrecerrando los ojos—. Por favor, mantente quieto, ¿de acuerdo? Necesito ver...

Al escuchar el latido del corazón de su bebé, Kenneth abrió la boca. Era un sonido hueco y fuerte, similar al de un pequeño tambor. Apretó con más fuerza la mano de Aidan y tomó aire. Era un momento mágico, emocionante y hermoso... No se trataba solo de un latido. Eran dos. Dos de ellos. A Kenneth le costó respirar. La doctora dijo algo, pero él la ignoró. La mancha borrosa en movimiento había capturado por completo su atención, llevándolo a las lágrimas.

»Oh, miren esto. Son dos. Y son bastante grandes para... —Les regaló una sonrisa cómplice—. ¿Cuál es su estatura, señor McLaughlin?

—Uno noventa y dos —respondió sin apartar los ojos de la imagen.

—Sí, es grande —comentó la doctora con un silbido de asombro—. Los embarazos múltiples en Geno-Portadores son poco comunes, especialmente de esta naturaleza. No obstante, es un placer informarles que están esperando a un niño y una niña. Ambos están sanos y, debo añadir, son bastante grandes. ¡Mis más sinceras felicitaciones!

Kenneth tragó saliva con dificultad. Tenía un nudo en la garganta y un torbellino de emociones en su interior. Quería reír y llorar, gritar y bailar. Todo a la vez. Intentó hablar, incluso llegó a separar los labios, pero no pudo emitir sonido alguno. Pasaron uno, dos, tres minutos en completo silencio.

Desvió la mirada hacia Aidan. Él seguía con los ojos fijos en la pantalla, serio, distante, inmerso en su propio mundo, al que parecía no querer dejar entrar a nadie. La doctora se excusó, dejándolos a solas. Kenneth continuó esperando alguna reacción de su parte. Pero no hubo ninguna.

—¿A-Aidan?

En silencio, él continuó observando las figuras ondulantes de sus hijos. Un sentimiento de angustia lo invadió. ¿Por qué no estaba celebrando? ¿Por qué parecía estar lamentándose internamente? No tenía sentido.

»Cariño..., ¿qué está mal?

Aidan parpadeó, saliendo de su ensoñación, y lo miró con los ojos muy abiertos. Justo cuando Kenneth pensaba preguntarle qué sucedía, un par de lágrimas le recorrieron las mejillas. Aidan escondió el rostro entre las manos y comenzó a llorar. En silencio, inmóvil, con el cabello largo y oscuro cubriéndolo, sollozó sin arrogancia ni vergüenza.

Kenneth se quedó paralizado al ver a Aidan desmoronarse, estremeciéndose ligeramente y ahogando los sollozos por la emoción de la noticia.

Después de un momento, Aidan levantó la cabeza y le ofreció una sonrisa radiante. No era un gesto orgulloso ni una simple elevación de la comisura del labio; era una amplia y verdadera sonrisa de felicidad.

—So-son... —Tragó con dificultad—. Tendremos dos. Una niña y un niño. —Su voz se quebró—. Son grandes y están sanos y... son... Mierda.

En ese instante, Kenneth comprendió la razón de su llanto: su hijo no nacido. El recuerdo debió haberlo alterado, hiriéndolo como solía hacerlo. Se preguntó si alguna vez se perdonaría por ello.

Secando sus propias lágrimas, Kenneth asintió y le sonrió.

—Sí, son dos. Enormes, como tú.

—Papá también era alto. —Aidan se limpió las mejillas—. Muy alto.

Después de aceptar su verdadero origen, Aidan dejó de referirse a Laila y Jareth como sus padres, y comenzó a hacerlo con Glenn. Al aceptar la verdad, logró reconciliarse consigo mismo, dejando de reprocharse algunas cosas. Aunque aún se culpaba por la mayoría de ellas, sabía que algunas eran inevitables. Ahora entendía que, incluso si lo hubiera intentado, nunca podría haber salvado a su padre.

Kenneth se mordió el labio. «Te amo, Aidan», pensó. Y mientras lo veía apoyar la mejilla en su vientre abultado, sin importarle el gel, para hablarle a sus hijos, una pregunta surgió en su mente:

—¿Cómo la llamaremos?

—Ya lo tengo cubierto. —Desde abajo, Aidan volvió a sonreírle.

—¿Ah, sí? Cuéntame.

—Niamh.

Kenneth asintió, con una sonrisa en los labios. No tenía idea de lo que podía significar, pero estaba seguro de que Aidan había pasado semanas pensándolo, buscando la opción correcta para ella. Al final, él siempre lo supo: que serían dos. ¿También habría estado seguro de que serían un niño y una niña? ¿Sería por ese cambio de aroma en su cuerpo? ¿O tal vez algo más?

«Fui hecho para ti, cariño». Sus palabras le volvieron a la mente, estremeciéndolo. Aunque no estaba seguro de cuál había sido el plan inicial de Mathew O'Connell, le agradecía de cierto modo. De no haber sido por su locura... «Pero si lo pienso mejor, ¿no fui yo hecho para ti?», reflexionó, entrelazando sus dedos con los de Aidan.

—Niamh y Glenn. Me gusta como suena.


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Niamh: significa «brillante» o «radiante». Era el nombre de una diosa celta de la belleza y la juventud. Se pronuncia de diferentes formas según el dialecto irlandés, pero las más comunes son «NEE-uhv», «NEEV» o «NEHv»

Glenn: tiene un origen celta y significa «valle» o «lugar verde y hermoso». Se cree que se deriva de la palabra gaélica «gleann» o de la palabra inglesa «gleam».



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El Colmillo del Diablo | INFERNUM 1 | MPREGМесто, где живут истории. Откройте их для себя