Capítulo 1

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Aquella mañana me desperté sintiendo un sudor frío sobre mi nuca. Miré a mi derecha, hacia la cama de mi hermana pequeña Lauren, por alguna extraña razón no estaba allí, ¿dónde se había metido?

Nuestra casa estaba construida con placas de metal, madera y cemento. En aquella época la pobreza rebosaba en cada esquina, las camas eran simples colchones en el suelo, excepto la de mi hermano Ansel, de siete años, que dormía sobre mí en una triste litera hecha de pobres listones de madera.

Después de unos segundos de confusión, me levanté y eché un vistazo a la cama de arriba. Por suerte, Ansel dormía plácidamente, deslicé por encima de él la manta azul que le había regalado nuestra madre por su último cumpleaños para poder arroparle un poco más sus rosadas mejillas y salí por la puerta.

Lauren era una adolescente bastante popular entre los de su edad, sacaba muy buenas notas en la escuela y nunca había dado ningún problema, así que el hecho de que se hubiera escapado en mitad de la noche, me hacía pensar que algo iba realmente mal. En cuanto sentí el barro que se mezclaba con el cemento bajo mis pies, me invadió un sentimiento de tristeza al ver el estado de nuestra aldea. La Tierra había sido un lugar maravilloso y el encanto que había tenido en sus momentos de gloria había desaparecido por completo. Egon, nuestra aldea, se situaba en las tierras del norte, gracias a eso y las lluvias que nos acompañaban continuamente, manteníamos parte de esa naturaleza verde y salvaje que antaño era parte de nuestro planeta.

—¡Lauren! —grité.

Sinceramente, nunca me había importado mucho lo que pensaran los demás aldeanos sobre mí.

Escuché unos gritos a lo lejos, en la otra punta de la aldea, y empecé a correr. Esa voz, era la voz de Lauren sin lugar a duda. Llegué casi sin aliento a una nave, las paredes de metal me hacían sentir incómoda, y de nuevo, esos gritos comenzaron a alarmarme. Conseguí abrir la puerta unos centímetros y una luz muy potente me cegó al instante. En cuanto recuperé la vista, hallé a un grupo de personas hablando en mitad de la sala.

—¿Por qué grita tanto? Yo a su edad asumí mi papel, a todos nos llega la hora de cumplir —preguntó una mujer con una túnica púrpura sobre los hombros al escuchar los gritos de mi hermana.

—¡Agatha! cada chica es diferente —se quejó un hombre de mediana edad a su lado.

Este llevaba una chaqueta de tela vaquera y unos pantalones marrones manchados de barro.

En ese momento, un joven de pelo castaño y ojos verdes apareció con mirada triunfante dejando atrás la sala de dónde provenían los gritos y quejidos. Lo había visto un par de veces por la escuela, era uno de los amigos de Lauren.

—Muy bien hijo, qué orgullosa estoy de ti —dijo Agatha al joven felizmente mientras le estrechaba entre sus brazos.

—Felicidades, chico —apremió el hombre que no había hablado hasta el momento.

Alexander, el jefe de nuestra aldea, un hombre de unos cincuenta años que se conservaba bastante bien. Tenía una forma de dialogar que encandilaba a toda la aldea y unos ojos turquesas de los que todos se quedaban embobados.

—Ha sido un honor, señor —bramó el joven con una amplia sonrisa.

Me aparté apresuradamente de la puerta, ya que comenzaron a acercarse y me escondí detrás de unos barriles de madera, una vez los tres miembros de la familia estuvieron lo bastante lejos como para no darse cuenta de mi presencia, me relajé y escuché unos sollozos tronar en mis oídos de nuevo.

—Vamos jovencita, es tu cometido. ¿No estarías orgullosa de que alguno de tus hijos pudiese vivir en Cassiopeia?

Alexander comenzó a guiar a la chica hacia la salida con sus grandes manos sobre sus hombros. Tal y como lo haría un padre protector con sus pequeños.

CASSIOPEIA Parte 1 -COMPLETA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora