Capítulo 20

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A la mañana siguiente, después de dormir apenas unas horas, me levanté, me vestí y me enfundé la túnica negra sobre mis hombros y mi cabeza para pasar desapercibida ante la mirada de los demás en el campamento. Entré por la puerta de la cantina, agarré algunas frutas y algo de pan y acto seguido metí todo en una bolsa de tela. Iba a necesitar víveres para mi escapada. Tras eso, me llevé una rebanada de pan tostado a la boca para calmar mi estomago y salí de allí rápidamente sin que nadie notase mi presencia. Volví a la cabaña y dejé la bolsa escondida a un lado de la cama, junto al arco y la bolsa de flechas que me había regalado Nathan la noche anterior. Salí por la puerta nuevamente, pensando en mi siguiente objetivo: la herrería. Necesitaba un arma de corto alcance por si surgía algún imprevisto. Por suerte, no había nadie y agarré prestado un cuchillo con un mango marrón oscuro y perfecto para mi peso. Agarré también la funda y volví a salir sigilosamente.

—¿Emma? —preguntó una voz masculina tras de mí.

Mierda. Utilicé la túnica para esconder el cuchillo tanto como pude antes de darme la vuelta.

—Rick, ¿qué haces aquí?

—Fui a buscarte a tu cabaña, pero nadie contestó, así que estuve buscándote por un rato.

Parecía alegre por haberme encontrado al fin.

—Sí, salí temprano—. Aparté mi mirada de la suya, no quería que nadie sospechase.

—¿Has comido algo ya? Podemos ir a la cantina juntos si te apetece.

Volvió a interrogarme recorriendo su mirada por la túnica que me tapaba hasta los pies.

—La verdad es que ya fui. No tengo mucha hambre, pero gracias por preguntar.

Le agradecí antes de darme la vuelta y salir de aquel encontronazo lo más rápido posible. Rick se quedó confuso tras de mí, pero no me di la vuelta para averiguar si seguía mirándome o no. Necesitaba algo más antes de partir.

Una mujer rubia de mediana edad, y vestida con un precioso vestido rosa, estaba vaciando un cubo lleno de agua en los bebederos de los caballos. Me saludó amablemente y siguió a lo suyo. Paseé lentamente delante de los caballos examinando cual sería mi elegido. Me detuve delante de uno negro con las patas grandes y anchas. Tenía un pelo largo y algo despeinado. Me pareció perfecto. Acaricié su hocico lentamente hasta que dejó de estar nervioso. Iba a ser peligroso, pero no me iba a echar atrás, estaba convencida de mi propósito y si nadie quería ayudarme, lo haría yo sola. Aguardé el resto del día en mi cabaña sin cruzarme con nadie más. No quería levantar ninguna sospecha.

En cuanto el cielo se oscureció y la mayoría volvió a sus cabañas, salí de mi escondite con todos los preparativos rumbo a los establos. Allí me esperaba el caballo negro. Coloqué con suavidad la silla y los demás artilugios encima y me subí en él. Al salir, me cercioré de que nadie nos miraba entre las sombras y ordené al caballo a cabalgar rumbo a la selva.

Ciertamente no tenía ni idea dónde se encontraba la ciudad, pero me acordaba vagamente del paseo en nave que tuve antes de aterrizar forzosamente en aquella misma selva.

Tranquilamente pasaron un par de jornadas entre descansos y caminatas interminables, y al fin, pude divisar los grandes muros de la ciudad en la distancia. En momentos de flaqueza se me pasó por la cabeza que aquello había sido un error, pero las imágenes de mi hermana o de Leo sufriendo, hacían que borrara aquel pensamiento de mi mente. Me necesitaban y estaría allí para ellos.

Llegué a un pequeño oasis en medio de las dunas y grandes rocas que nos rodeaban. Até las cuerdas del caballo a las ramas de un árbol y descansé sobre él. El árbol, aún duro, era placentero para mi cansada espalda. Agarré una manzana y me la llevé a la boca. De nuevo las estrellas me iluminaban en aquella oscura noche. Pronto comencé a cerrar los ojos, el cansancio me estaba ganando la batalla, pero de repente escuché un motor a lo lejos. Me agazapé detrás de unos arbustos y asomé la cabeza para ver mejor. Vi a unos hombres y mujeres montados en un automóvil con ruedas, de esos que se usaban antes de la catástrofe en la Tierra. No tenía ni techo ni ventanas. Parecía estar perfectamente construido para atravesar dunas como en las que nos encontrábamos.

CASSIOPEIA Parte 1 -COMPLETA-Where stories live. Discover now