Lo que en un principio parecía empezar como un buen primer día de Bachillerato se convertiría más tarde o temprano en una mezcla de sentimientos. Habíamos coincidido las cinco en la misma clase, y mi único objetivo era hacer que hubiera buen ambiente. Sin embargo, esto no es así, ya que nada más había pisado un pie ahí, una chica empezó a insultarnos, y eso podría ser la gota que colmó el vaso.
Había tratado de hacer que todos nos lleváramos bien, pero mi incapacidad de poder entender bien a las personas ha provocado lo que ha provocado. Ahora, gracias a mí puñeterísima culpa, Lucía ha huido. ¡Pero no me voy a quedar parada! ¡La he cagado y pienso solucionarlo como que me llamo Paula! ¡Voy a revertir mis errores!
Perseguimos a Lucía por todas las instalaciones del instituto, hasta que en un momento dado ella acabó saliendo al patio,
Cada vez que lo pienso, me siento muy triste. Fue y, de hecho, es, mi culpa. Abandoné a Lucía cuando más lo necesitaba. ¿Que clase de persona soy? ¿Abandonando a mis amigos para luego... esto? Gracias a mi novio descubrí que Lucía no encajaba en ningún grupo de amigas... ¡ni hasta con las que dicen ser sus "mejores amigas" se siente segura! Lucía me ocultaba muchísimas cosas, y es hoy que parece que van a salir a la luz.
Por más que intentábamos correr, no lográbamos alcanzarla. Lucía era demasiado rápida. Parecía que había hecho fitness o que se yo...
-¡Por mi culpa...! -dije apenada- ¡¡De no ser por lo mierda de amiga que fui esto no estaría pasando!! -traté de contener las lágrimas-
-No tomes el peso de la culpa sólo tú -dijo Sara- En realidad no has sido tú el factor que ha provocado que Lucía esté así. De seguro que está totalmente agradecida con haberte visto.
-¡Eso! Tu no eres culpable de nada -me dijo Alba- No te eches la culpa en algo que no la tienes.
-Aquí el peso de culpa cae en todas nosotras -comentó Blanca-
-¡No! Eso sí que no es cierto -les dije- Vosotras no tenéis la culpa, pero yo si. No os incluyáis.
-Paula, verás... Es una costumbre -dijo Blanca-
-Déjate de gilipolleces. La he cagado, lo admito. Ella me salvó, y yo no la traté cómo debía.
-Paula... -me dijeron las tres dejando ver una cara apenada-
Llegó un momento donde Lucía saltó una verja y salió del instituto.
-¡Anda la puta! -dije yo sorprendida-
-¿¡Que narices!? ¿¡Cómo ha hecho eso!? -preguntó Blanca sorprendida-
Ninguna de nosotras podía imitar los movimientos de Lucía, así que aquí encerradas se quedan las chicas.
-¿¡Y ahora que hacemos!? -preguntó Sara-
-¡Tenemos que pensar en un plan B! -les dije-
-Si pudiéramos hacer walljumps, todo sería mucho más fácil.
-¡Ábrete, maldita verja! -dijo Alba pegándole puñetazos a la verja-
-¡Debe de haber algún modo de sortear la verja! -dijo Blanca-
Me puse a pensar. Vale, la lógica nos dice que no podemos flotar, menos dar saltos en el aire ni bugear la pared. Sí la vida fuera tan sencilla, podríamos ponernos en una esquina, hacer un salto hacía delante y traspasar la pared, accediendo a un área fuera de límites. Pero como la vida no es un videojuego, hay que buscar otra manera y que no sea alterando la realidad.
Me fijé que al lado del instituto había un gimnasio que su tejado sobrepasaba la verja. ¡Lo tengo! ¡Sí buscamos la forma de subir al tejado podremos saltar al otro lado! Sí mal no recuerdo, en imágenes que me enseñó Lucía, ahí detrás deberían de haber gradas para sentarse. ¡Con un poco de suerte podremos apoyarnos hacia nuestro objetivo.
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El vacío de la vida
Любовные романыPaula, una joven de 18 años, carga con el peso de la soledad tras la muerte de sus padres a los 15 años. Sus hermanos, Gabriel y Adriana, la abandonan y se marchan a vivir a sus propias casas. Incapaz de pagar la hipoteca, Paula se refugia en una ca...