Una semana.
Una semana pasó desde el momento que yo no quería que esperase ni que sucediese. El día dónde me tuve que despedir de una de mis mejores amigas, Sara. Quiero llorar, pero soy valiente, soy fuerte, soy... ¿a quién voy a engañar? Soy débil, lloro mucho, no puedo evitar pensar en Sara. Que rápidamente desapareciese... Sara era muy joven para morir en la edad en la que lo hizo. Tenía vida, una gran vida por delante. Dicha vida jamás podrá ser disfrutada. Pensaba que podía superar lo de Sara, pero no es así.
Los tres días próximos al entierro no me dormía, y eso que tomaba pastillas, por más que quisiera no llegaba. No.
Se con certeza que a ninguna de nosotras (Blanca, Alba y yo) lográbamos entrar en sueño. Era como si hubiera una barrera infranqueable en nuestro camino, y dicha barrera eran los recuerdos... Recuerdos vividos de las cuatro... Ahora ya no somos el Cuarteto BASP, ahora sólo éramos el trío BAP. Quedamos tres, el escuadrón va disminuyendo. Espero que, si va a ocurrir otra tragedia más, sea dentro de muchos años. En la edad en qué nosotras ya seamos unas viejitas. Tan viejas que tratar de levantarnos de la silla de ruedas provoque que nos caigamos.
Veamos como se presenta el día de hoy.
Eran las diez de la mañana y todas ya estábamos despiertas, incluida Adriana.
Estábamos desayunando en silencio, ya que nadie se dignaba a soltar palabra, puesto a que todas estábamos en una cosa: en esa misma cosa que muchos pensaréis.
Ver la silla donde se sentaba Sara sin la misma se sentía como un gran vacío. Ella ya no estaba entre nosotros, teníamos que tenerlo en cuenta.
La que se dignó a soltar palabra fui yo.
-¿Cómo habéis dormido? -traté de fingir una sonrisa falsa-
-Mal. He tenido pesadillas -me contestó Blanca-
-Yo también las he tenido -le siguió Alba-
-¿Y tú, Adriana?
-En todo lo posible, he podido dormir bien -contestó mientras se metía un trozo de tostada en la boca-
-Me alegro mucho. Has podido dormir bien -me alegré-
-¿Y tú, Paula? -me preguntó de vuelta Adriana-
-Bueno... ahí a medias... -le respondí-
Blanquita estaba entre nosotras tratando de ver si le caía comida. En un momento dado se posó encima de mi y puso su patita casi al lado de mi pierna. No era algo que me incomodara, ya que no es la primera vez que lo hace, pero aquel día yo llevaba de pijama un vestido, lo cual acercar su patita ahí pues, podía incomodar un poco, sinceramente.
-Mírala, nosotras deprimidas y ella saltando de alegría -dije mirando hacia ella-
-Escucharme -dijo Blanca levantándose de la silla y apoyando sus manos en la mesa- No podemos seguir así. Aunque nos afecte, tenemos que tirar adelante. La vida no nos recompensará si seguimos pensando en algo que nos dolió, duele y dolerá. Hay que sobrellevarlo. Todas tendremos a Sara en nuestro corazón, como la gran amiga que fue, pero hay que cambiar el chip.
La verdad es que las palabras de Blanca me sorprendieron. Dijo lo mismo que yo había pensado, pero ella se atrevió a decirlo de una manera directa. Tan directa que las dos principales afectadas, sin contarla a ella, Alba y yo, estuvimos demasiado sorprendidas.
-Hacedme el favor de mostrar vuestra sonrisa que siempre lleváis. Yo también lo haré lo mejor posible -nos ordenó- Contar algún chiste. Así nos reímos todas.
Pero si, tiene razón. No siempre tenemos que pensar en lo negativo.
-Empiezo yo -dijo Alba- ¿Sabéis cuántos dientes tiene el elefante boca abajo? Pues los mismos que boca arriba.
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El vacío de la vida
RomancePaula, una joven de 18 años, carga con el peso de la soledad tras la muerte de sus padres a los 15 años. Sus hermanos, Gabriel y Adriana, la abandonan y se marchan a vivir a sus propias casas. Incapaz de pagar la hipoteca, Paula se refugia en una ca...