¡A rescatar a Blanca!

2 1 0
                                    

-¡Hemos llegado! -dije nada más divisar a lo lejos el laboratorio-

Muchas cosas se habían dicho de ese laboratorio, y ninguna era buena. Cuenta la leyenda, que cuando lo crearon, servía como un laboratorio cualquiera donde hacían experimentos. Sin embargo, desde que una banda de ladrones asediaron el lugar, ahora se ha convertido en un lugar de torturas. Cualquier cosa fuerte referente a hacer daño a los demás y a las drogas, se hace allí.

También se dice que quién entra allí, no sale con vida. Son leyendas tan estúpidas que solo un niño de 5 años se creería.

Cuando ya estábamos lo suficientemente cerca del laboratorio, el olor tan asqueroso que mucha gente hablaba se dejó oler. Ese olor indescriptible que solo se puede comparar con una mezcla de maría fusionada con chocolate, y no precisamente hablo del chocolate que se usa en los postres. Sin duda, allí fumaban cosas muy fuertes de la cuales no me quiero ni imaginar.

En la entrada del lugar habían muchísimos guardias armados con metralletas y pistolas que de un disparo podrían mandar a volar los sesos de una persona hasta Narnia.

Claro, si nos acercamos demasiado y ellos nos detectan, nos mandarán a mimir. Tenemos que encontrar una entrada alterna, o arriesgarnos y usar el gas lacrimógeno para evitar que ellos nos vean.

Alba, Sara y yo habíamos aparcado a una cuadra de diferencia del laboratorio, y rápidamente nos escondimos en un callejón, con visión completa del lugar al que nos íbamos a colar.

-Vale, tenemos que encontrar una manera para entrar dentro -les dije-

-¿¡Cómo!? ¡Están por todas partes! -advirtió Sara-

-Lo único que se me ocurre es encontrar una entrada alterna -aconsejé-

-¿Una entrada alterna? ¡Paula, este tipo de sitios no tienen dos entradas! -me dijo Alba-

-Entonces no nos queda de otra: tendremos que entrar por la entrada principal.

-¡Pero si ahí hay dos guardias!

-¡No me digas! ¡Pensaba que era un Sándwich de mortadela! -le dije en modo vacilona-

-A la que hagamos el mínimo ruido, se percatarán de nuestra presencia -dijo Alba-

-¡Otra lista! ¡No nos van a hacer una fiesta de cumpleaños!

-¿¡Quieres dejar de vacíleos y centrarte en lo que importa!? -me preguntó Sara enfadada-

-¡Eh, relájate, mija! -le dije- Se que es una situación seria, pero si nos estresamos, saldremos muy mal paradas.

-A ver, Mr. Relajada, ¿que planes tiene usted para llevar a cabo el plan?

-Lo primero que vamos a necesitar es un distractor.

-¿Un distractor? -preguntaron Alba y Sara a la vez-

-Si conseguimos que algo les distraiga podremos entrar sin problemas.

-¿Y como vas a conseguir entretener a unos guardias que cualquier cosa pulverizarán con sus pistolas? -me preguntó Sara-

-¡Esa es una muy buena pregunta! -le dije-

-¡Idiota! ¡Hemos venido aquí sin haber planeado nada realmente!

-¡Ya se! ¡Tengo una idea!

En una mesa cercana vi que había un aparato que Gabriel me enseñó hace un año o así.

-¡Mirad esto!

El aparato tiene forma de ovejita, y su función es hacer una nana que dormirá a cualquier oyente que la oiga.

El vacío de la vidaWhere stories live. Discover now