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Se encontraban ultimando detalles del plan y revisando la mochila. Tenían comida y agua de sobra para varios días, un mechero, un par de mantas. Sukuna metió un uniforme de repuesto y la camiseta de repuesto del que había sido su compañero de celda para que Megumi la usara si quisiera.

Subió a la litera de arriba y rebuscó bajo la almohada, sacando aquello que había tenido en mente recuperar desde que todo había empezado.

—¿Qué es eso? —preguntó Megumi, sentado en el taburete.

—Una fotografía —Sukuna miró a Yuuji, pasando el pulgar por encima de su rostro aniñado. Se la tendió a Megumi —. Es mi hermano pequeño, Yuuji.

Megumi observó la imagen con detenimiento, su expresión se adornó de sorpresa. Los hermanos eran prácticamente iguales. Yuuji tenía unas facciones más infantiles, el pelo revuelto y el brazo de su hermano por encima de los hombros. Sukuna no llevaba tatuajes, ver su rostro así le resultó curioso.

Además, llevaba gafas.

—¿Usas gafas? —preguntó, asombrado. Joder, se veía bien.

Sukuna las sacó de debajo de la almohada. Estaban guardadas en una funda de color verde menta.

—Sólo para leer. Veo un poco mal de cerca. Pero... no estoy ciego. Es decir, puedo reconocer las palabras y todo eso sin ponérmelas, es sólo que se me dificulta y leer sin ellas lo empeora.

—Ah, ¿no las estás usando?

—Aquí no —Sukuna se agachó para guardarlas en la mochila —. Me hacen ver como un perdedor.

—Te quedan bien.

Sukuna reprimió una sonrisa, recibiendo la fotografía de vuelta. Sus dedos se rozaron, no miró a Megumi a los ojos. La guardó en uno de los bolsillos pequeños.

—Necesito encontrarlo —murmuró, incorporándose. Sacó algo más de debajo de la almohada —. Esto es medicación. Tampoco la uso, pero quién sabe si servirá para algo.

—Déjame ver. —Megumi revisó la caja. Eran antidepresivos. Le dio la vuelta. Estaba completamente cerrada —. ¿Te los recetaron? —Sukuna asintió —. ¿Y por qué no los tomas?

—Porque no estoy deprimido. No los necesito. Además, he visto que vuelven a la gente como los zombies de ahí fuera. Parece que van drogados todo el tiempo. No quiero ser así.

Algunos antidepresivos reducían las conductas agresivas al margen de sus efectos contra la depresión y la ansiedad, pensó Megumi. Además, cierto tipo servían para tratar adicciones. Tenía sentido que los recetaran masivamente a los presos.

Sukuna sí había estado realmente deprimido durante el primer mes que había estado allí. Eso le habían dicho. Chico, estás en un mal momento, toma esto. Lo llevaba arrastrando desde un año atrás, cuando todo había ocurrido.

De vez en cuando se sentía igual de vacío, pero seguro que era por culpa de la rutina. De todas formas, no pensaba tomar esa maldita basura.

Cerró las cremalleras y miró a su alrededor, preguntándose si faltaba algo. Oh. Se acercó al inodoro y se arrodilló para buscar en el hueco de detrás.

—Tenemos una pistola —anunció, sacándola de su escondite —. Con un cartucho lleno.

—¿No es esa una semiautomática? —Megumi pareció emocionarse, casi dando saltitos como un niño feliz.

—No sé, a mí me sirve con que dispare —Sukuna le dio una vuelta, mirándola. Era completamente negra a excepción de la culata, que tenía ese toque de madera. No tenía idea de armas, a decir verdad —. ¿Cómo lo sabes?

Jailbreak || SukuFushiWhere stories live. Discover now