Capítulo 4

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La mañana es fresca y algo apurada porque el día de hoy Peeta ayudara a Finnick con la pesca, debido a que están cortos de personal, lo que significa que estarán todo el día en el mar.

Mientras ellos se van, aprovecho y nado un rato, además, me pongo a recolectar mariscos e incluso me alcanza el tiempo para ir al mercado a comprar más té, parafina, hilo y por supuesto la harina para que Peeta hornee; vamos tan seguido a comprar harina que el comerciante ha comenzado a hacer bromas sobre abrir una panadería. La idea me agrada, eso significaría que Peeta se establecería en el Distrito 4, además, su pan es delicioso, estoy segura que sería un éxito porque todo los que lo prueban quedan maravillados, pero Peeta simplemente se limita a reír cuando le hablan sobre abrir su propia panadería.

El resto del día me la paso en la casa limpiando y arreglando todo para la hora de la cena, porque en cuanto caiga el ocaso ellos regresaran y me gustaría recibir a Peeta como mi mamá recibía a mi papá, no porque yo tenga esos sentimientos, o sea, sí, pero no lo hago con una intención oculta, solo siento que es especial.

El silencio no es lo mío así que decido poner algo de música, es claro que mientras hago todo estoy bailando porque la música mueve mi cuerpo. Comienzo a montar la mesa de madera, pongo unas cuentas flores como centro de mesa, saco los platos lindos para servir la comida, emplato la ensalada con la que vamos a acompañar el marisco, llevo la arrocera al centro y termino de alistar todo. Mientras tanto Kai disfruta de bailar conmigo porque da vueltas a mi alrededor, y no puedo pensar en un mejor perro para mí.

Cierro los ojos y no puedo evitar ver el rostro de Peeta sonriéndome, eso me llena de alegría, pero me asusta porque el sentimiento crece cada vez más y tengo que frenarlo, no puedo dejarme llevar porque entonces no lo podré controlar.

Mientras giro siento como alguien me toma de la cintura, abro los ojos asombrada y veo que Peeta se une a mí y mirarlo me sorprende, pero no puedo evitar sonreír y agradecer de que esté en mi vida.

- Dy bailadora ataca otra vez - dice entre risas mientras me hace girar.

- Sin baile la vida no sabe igual - respondo y siento como mis mejillas se tornan rojas.

- ¿Qué haría yo sin tus bailes que alegran mi día? - sus palabras ocasionan un eco dentro de mí que se pregunta su significado, pero sé que lo que yo pienso estará errado porque mi juicio está nublado.

- Hornear - respondo porque no se me ocurre nada más y me freno en seco apartándose de él ya que el olor que despide a mar me recuerda tanto a mi papá y mi hermano, su presencia es tan, tan...intoxicante que debo alejarme o si no cometeré una locura.

- ¿Qué preparaste?- me sigue con la mirada mientras voy hacia la cocina - huele verdaderamente delicioso -

- Pues solo es la cena – digo quitándole importancia. Tomó las servilletas y las pongo sobre la mesa - así que límpiate un poco para que te sientes a cenar antes de que se enfríe - le ordenó y termino de acomodar los vasos.

- ¡Sí, capitán! - me dice y se dirige a la planta de arriba

En menos de 15 minutos está de regreso bañado y listo para cenar, su cara de felicidad no se compara con nada, creo que cada día qué pasa se ve mejor, me pregunto si será por mí o simplemente el mar le sienta tan bien como a mí. Además, no ha tenido ningún otro episodio, quisiera preguntarle cómo lidia cuando sufre de episodios más fuertes, pero creo que este no es el momento.

El resto de la cena se la pasa hablando sobre todo lo que hicieron en el mar, lo maravilloso que le pareció el trabajo de los pescadores, además, comenta que los paisajes que vieron fueron otro nivel y espera poder recordar todo para pintarlo, y como desearía que su padre pudiera conocer todo esto que él ha visto. Me preguntó por lo que hice y me agradeció por la cena y los ingredientes para hornear. Terminamos de cenar, limpiamos la cocina y subimos al segundo piso.

Un amor inesperadoWhere stories live. Discover now