Capítulo 5

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Los días los pasamos casi haciendo lo mismo, yo pescando y buscando mariscos, él horneando mil cosas deliciosas. Él dibuja mientras yo toco el piano pobremente o leo, que realmente es lo que más me gusta hacer, leer los viejos libros de mi padre que pude recuperar de las ruinas mientras observo de reojo como Peeta dibuja en silencio. Realmente todo el tiempo me la paso bailando de un lado a otro, el tener a Peeta como compañía ha logrado que me sienta tan renovada, que bailó todo el tiempo, a él parece no molestarle porque incluso en varias ocasiones lo he visto que me observa a través del lienzo o la masa, y otras más él empieza a bailar conmigo animadamente por la casa o en la playa.

Una noche me desperté presa del miedo, sintiéndome atrapada entre las lianas de las plantas, sofocada por las sabanas, tengo que salir de mi cuarto, de mi casa y sentir la libertad. Corro y me detengo cuando llegó al mar, el agua toca mis pies desnudos.

Me siento en la orilla y me pongo a escuchar la olas reventar en la orilla. Odio tener estas pesadillas, detesto despertarme y sentirme perdida presa del miedo, quiero ser libre como los peces del mar, quiero poder sentirme en paz, mi mayor miedo es que solo me siento en paz cuando Peeta me consuela, pero no puedo estar dependiendo de él porque solo me hace sentir más amor hacia él y no puedo permitirme sentir eso por alguien que no me corresponderá jamás y solo me dejara en la soledad. Sé que el añorar que algún día me vea de la misma forma en la que yo lo hago es lo que me mantiene aquí.

-¿Tú tampoco puedes dormir?- volteo asustada y puedo ver a Peeta con su pijama, descalzo en la arena.

-No, demasiadas pesadillas- suspiro - tenía que huir de mi cuarto, ¿y tú? – él comienza a sentarse en la arena junto a mí

-Igual, lo mismo de siempre - me mira a los ojos y puedo ver el reflejo de la luna en sus ojos azules, me pregunto como alguien que jamás había estado en el mar puede tener esos ojos tan similares a las aguas.

-Es horrible- le digo mientras golpeo la arena con los puños

-Más horrible es ver que no estabas en tu cuarto- el que haga estos comentarios me hace pensar que tal vez sí siente algo por mí, pero, ¿si solamente es amabilidad? no quiero saber la respuesta, porque me da miedo de lo que pueda decir y que eso lo obligue a irse, así que decido cambiar de tema.

-¿Puedo preguntarte algo? - le digo tomando un puñado de arena y jugando con ella entre mis manos en un intento de tomar valor y preguntarle lo que llevo tanto tiempo queriendo saber

-Claro- me dice y siento su mirada sobre mí mientras yo me concentro en mirar la arena en mis manos.

-Desde que llegaste solo has tenido un episodio, y no fue tan grave, ¿como le hiciste para salir de eso?- no sé si mi pregunta se entiende, ni siquiera estoy segura de yo entender lo que estoy preguntando, pero desde el último episodio que tuvo no volvimos a tocar el tema

-Hago lo que me dijo el doctor, me repito una y otra vez quién soy y qué es lo que hago aquí, además he añadido a la lista cosas buenas que tengo, por si algo llega a desatar algún episodio- suspira y deja de mirarme - el mar es tranquilizante ahora entiendo porque te gusta tanto observar

-Me gusta más sentirlo- le confieso - ¿Cómo lidiaste con la muerte de Katniss?- las palabras salen como vómito verbal y se que es una pregunta demasiado personal, pero necesito saberlo

-Aún no lo hago, espero que esto sea un sueño y algún día despertar junto a ella, pero se que no pasará, así que intento no pensar en eso y tomo mis medicamentos- me dice, noto como su expresión cambia y se llena de tristeza

-Sí, demasiados - digo en voz alta antes de darme cuenta - lo siento, no pretendo ofenderte, pero, prefiero nadar mis penas- mi voz suena acelerada como usualmente lo hace cuando me pongo nerviosa.

Un amor inesperadoWhere stories live. Discover now