1 - Pastel con fresas

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Hay demasiados colores

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Hay demasiados colores. Todos brillan y todos se sienten nuevos para mí; después de dos meses viendo solamente gris, blanco y azul, incluso el marrón de las paredes del tren lastima los ojos; los lastima de la manera más hermosa.

Todos los colores me causan fascinación; todos los colores me avisan que estoy llegando al paraíso; quizá no de la forma que quería, pero sí de la forma ideal.

Recorro la cortina roja y veo un cielo naranja con un montón de nubes rosas; recién está amaneciendo, y mi cuerpo por fin empieza a despertar por completo, no solo del letargo físico en el que estaba hasta hace apenas unos minutos, sino también del letargo mental, de esa niebla dentro de mi cerebro que me hacía pensar que no tenía razones para vivir.

Y en realidad aún no sé si las tengo, pero al menos parecen existir cuando veo a mi alrededor y vuelvo a darme cuenta de que hay mucho más mundo más allá de las paredes grises de la casa que abandoné esta madrugada. Parecen existir cuando el rojo de las cortinas ya no es el único que hay, cuando se asoma un tono más brillante de éste, enredado entre líneas verdes y curvas.

Más temprano que tarde, la mayor parte de la vista está cubierta por arbustos de fresas, con colores cada vez más vibrantes conforme más se asoma el sol, haciendo que el cielo se ponga azul... Un azul tan similar y tan distinto al de mi cocina. Me hace sentir como en casa, pero también me hace sentir fuera de ésta, mas no desprotegida y perdida; me siento familiarizada con el entorno, me siento cómoda, fuera de mi tristeza y al mismo tiempo aún sumergida en ésta.

El tren se detiene; yo no creí que faltara tan poco para el final de las vías, aunque de todas formas ya lo veía venir; las fresas me lo dijeron, al igual que el brillo del sol y el color rojo, ahora presente en todos los lugares; al levantarme del asiento e ir caminando por el angosto pasillo, noto que también está en la mayoría de las prendas de quienes están en el tren; me pregunto si se pusieron de acuerdo o si solamente es una casualidad preciosa. Preciosa y aterradora al mismo tiempo.

Arrastro la maleta como si mi mano se estuviera aferrando a la cosa más pesada del mundo. Sé que he cargado cosas mucho más pesadas; sé que en realidad mi ropa y mis pertenencias no pesan tanto, pero por alguna razón todo se siente tan pesado...

Se siente tan pesado que podría separar la piel que une mis cicatrices.

Siento que todo el mundo está viendo las marcas que me dejaron los cortes; me siento realmente mal por no haberlas cubierto hoy, por haber decidido que no las volvería a cubrir nunca más.

Pero en realidad los ojos de todos están cerrados; todos están sumergidos en un sueño profundo, y se ve como si este destino fuera solamente mío. Soy la única persona que viene aquí, y aunque lo entiendo por todo lo malo que podría tener un pueblo en medio de la nada, al bajar del tren dejo de pensar en ello; veo el paisaje, siento el viento que corre tan rápido y tan fresco a pesar de que es verano... Y de pronto todo se siente distinto, todo es bueno, tan bueno como puede ser en mi mente nublada y gris.

En nuestro campo de fresasWhere stories live. Discover now