6 - Secuestro de gallinas

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¿Creíste que no te obligaría? Qué ingenuo de tu parte; entiéndelo, yo nunca me rindo

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¿Creíste que no te obligaría? Qué ingenuo de tu parte; entiéndelo, yo nunca me rindo.

Por cada día que no laves mis putos zapatos, va a desaparecer una de tus gallinas. Me llevo una justo ahora para que veas que no miento.

No olvides que, por más gallo que sea el gallo, la de los huevos es la gallina.

Besos y buenos deseos,

Dandara.

Leo la nota una última vez y me volteo hacia todas las demás que ya deseché, que cubren todo el piso hasta hacer una montaña cerca de la lámpara que las ilumina; la lámpara que me permite escribir la amenaza perfecta en medio de la madrugada

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Leo la nota una última vez y me volteo hacia todas las demás que ya deseché, que cubren todo el piso hasta hacer una montaña cerca de la lámpara que las ilumina; la lámpara que me permite escribir la amenaza perfecta en medio de la madrugada.

¿Es esta? La vuelvo a leer para comprobarlo; se siente como si hubiera mucho que faltara, pero como no sé qué es y no veo que algo sobre, decido que esta es la buena; solo espero no arrepentirme de ello a medio camino de mi casa a la suya, o de regreso. Solo espero que no me ardan las yemas deseando volver a la pluma.

Trago saliva mientras me meto la nota, muy bien doblada, a uno de los bolsillos de la pijama. Suspiro y salgo de la casa hacia el patio trasero para tomar mis zapatos; el aire es fresco, pero me niego a volver adentro a ponerme un suéter; me mantengo en movimiento esperando que eso evite mi muerte por hipotermia o el resfrío que podría darme. Tomo el calzado y lo sujeto bien entre mis dedos, intentando tocar lo menos posible las partes más sucias.

Luego camino hacia la casa de Vladimir.

Por cada paso, vuelvo a tentar mi bolsillo para verificar que la nota siga allí; siempre está, y aún así, lo vuelvo a revisar cada pocos segundos; lo reviso hasta llegar a la casa, tan parecida a la mía, pero con unas preciosas fresas plantadas en el patio delantero, que me recuerdan a los arbustos destruidos por el gato en mi propio hogar.

De nuevo, duele, y aún no entiendo por qué, pero de nuevo, entiendo que debo tener mis razones; entonces recuerdo por qué estoy haciendo esto a pesar de lo peligroso que se siente, de lo peligroso e incorrecto que es. Ya no puedo dejar que me hagan sentir así; no cuando vine para escapar de emociones como esta, de momentos como estos, de personas como esta.

En nuestro campo de fresasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora