Pintura (21/02/24)

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Los ojos de la pintura brillan de emoción. Pero toda su faz es cruel, cansada. Mientras en su mirada albira emoción, esperanza. Su cuerpo está agotado, sin aguantar el peso de su mente. Hay lágrimas por sus mejillas y una piel pálida, enfermiza. Se ve su cuerpo entero, lleno de discordia y golpes, golpes llenos de sangre, hechos por el martillo que es su mano. Esa mano repleta de carmín, donde hasta se descubren sus huesos de lo usada que está la carne. Y allí, una pluma, entre el índice y el corazón. Está situado como si de un cigarrillo se tratase, con los demás dedos medio encongidos y con la punta del lápiz rozando sus labios. 

El suelo, tapado de hojas, se encuentran sus obras. Poemas, narraciones, monólogos. Escritos literarios y dibujos. Partes rotas de esculturas de tiza. Allí se hallan todos los colores, desde los dorados idílicos hasta los negros carbónicos. 

El pintor mira con regocijo ese lienzo. Tan bonito y perfecto. Cualquiera diria que fue producto de su imaginación. Hasta que entonces empieza a caminar. Pisa poemas, narraciones, monólogos. Escritos literarios y dibujos. Partes rotas de esculturas de tiza. Saliendo así de la sala donde se encuentra. La mujer muerta yace estática en esa superfície, esperando ser descubierta por alguien más.

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