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ㅤ ㅤ ㅤ ㅤ Se necesitan setenta y dos horas de su vida para salir de su malestar y finalmente hacer algo con respecto a la situación en la que se encuentra. Para cuando Malena llega al departamento de Blas, sin ser invitada y sin tener idea de si él querrá siquiera hablar, está emocionalmente exhausta y no quiere nada más que dormir durante una semana, tal vez más. Pero llama a la puerta, con el corazón martillando en su pecho, tratando de formar lo que quiere decirle. Quizás debería haberse preparado mejor. Había ido corriendo hasta ahí sin pensarlo mucho, sólo el deseo de hablar con él abruma todo pensamiento racional. El pelinegro no había intentado contactar con ella de ninguna forma desde la noche de la pelea... y el beso. En realidad, ella está esperando que le diga que se vaya a la mierda.
Pero no es Blas quien abre la puerta, sino Juani. Parece sorprendido al verla en la puerta, vistiendo sólo una camisa holgada y pantalones deportivos. Por primera vez desde que llegó corriendo hasta ahí, se da cuenta de que probablemente se ve horrible, corriendo sin dormir, con un latigazo emocional y empantanada por las preocupaciones sobre el futuro.
"Hola Male, ¿Qué hacés acá?" Él pregunta, y es ahí cuando ella nota lo arreglado que su amigo se ve. "Estaba por salir. ¿Pasó algo?"
"¿Está Blas? Necesito hablar con él." Dice sin preámbulos. Ante esto, el castaño se muestra aún más sorprendido y luego cauteloso.
"¿Qué hizo ahora?"
"No, nada. Sólo tengo que hablar con él."
"¿Con Blas?, ¿Te golpeaste la cabeza vos?"
"Lamentablemente no." Cuando no hay más información, finalmente él se hace a un lado para permitirle el acceso al departamento.
"Está en su pieza." Señala más allá de la cocina. "Ahí. Volvió del trabajo hace como una hora. Iba a salir con los chicos ahora. Eh... ¿el departamento va a seguir en pie cuando vuelva?"
"Con un poco de suerte." Malena lo dice en tono de broma y escucha una leve risa mientras lo ve salir por la puerta.
El castaño, claramente preguntándose en qué universo cayó, murmura un rápido "chau" y con una última mirada en su dirección, la deja sola en el apartamento. Armándose de valor, ella pasa por la cocina hasta la puerta de Blas. Cree poder escuchar débilmente un televisor prendido y lo único que espera es que no esté tomando una siesta porque lo último que quiere hacer es iniciar la conversación despertándolo. Toca firmemente la puerta dos veces y escucha bajar el volumen del televisor. Entonces, la voz del más alto suena apagada.
