Capítulo 7

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Louis no era precisamente una persona experta en disimular sus emociones. Sus facciones no se podían pasar por alto, desde un leve fruncimiento del ceño hasta una mueca en sus labios. Justo en ese preciso momento, su rostro era un lienzo de lo más divertido -contenido- posible. Estaba siendo persistente en no dejar explotar una escandalosa carcajada, apretando los labios.

«¿Qué había ocurrido?» Era una pregunta muy sencilla de hacer, pero lo cierto era que Harry se veía molesto y el perro, parecía satisfecho y algo orgulloso. Podía deducirlo por lo bien que conocía a Calcifer, la postura estoica y sin el mínimo rastro de arrepentimiento por su fechoría.

¿No dirás nada? —habló Harry con un tono indignado ante el silencio prolongado.

Louis tenía una vaga idea, pero, aun así, preguntó—: ¿Qué les pasó?

—¡¿Al menos tienes un pañuelo?! —dijo exasperado limpiando el líquido que aún chorreaba por su frente.

—Oh sí, claro. Déjame buscar algo —contestó Louis rebuscando inmediatamente algo en ambos bolsillos. Después de un tiempo encontró una bufanda en su mochila que le extendió sin mucho esfuerzo.

Harry se limpió el rostro con la prenda, al menos los ojos, la nariz, y la boca.

—Me mentiste —Terminó acusando el alfa—. Dijiste que era un cachorro, pero esta cosa es todo menos un perro pequeño.

Louis observó al perro que en un gesto de indignación se dejó caer a los pies de Harry.

—¿Lo ves? Ni siquiera está educado —siguió protestando— ¿Acaso esto era parte de tu venganza?

Louis negó inmediatamente y se cruzó de brazos, pero enseguida los bajó. Las orejas de Calcifer se alzaron levemente cuando Harry intercaló la vista entre él y el omega.

Cómplices... fue su conclusión.

Louis se percató del bajo gemido que soltó el gran danés, como si de alguna forma aceptase su travesura. Pero cabe recalcar que Louis no tenía la culpa en ese insignificante incidente que, a su consideración podría tratarse de una inocente jugarreta. Y bueno, puede que hacía mucho tiempo atrás el omega se quejara con Calcifer sobre su molesto vecino, pero eso no podía tomarse como una represalia por parte del cachorro, ¿o sí?

—Yo no mentí al decir que Calcifer es un cachorro, pues apenas y cumplió un año —explicó diplomáticamente—. Y otra cosa, en ningún momento dije que fuese un perro pequeño. Además, puede que hicieras algo que le molestó, él no se porta mal con quien es recíproco con su cariño. Es un buen perrito.

Calcifer ladró dos veces como si estuviese dándole razón. Louis puso un gesto autosuficiencia.

—Hice lo que me dijiste. —Se defendió Harry, entonces comenzó a contarle a detalle lo ocurrido.

La señora Davies -a consideración de Harry- era una viejecita bastante tierna y con una vitalidad increíble para la edad que le aseguró cumplir ese año, setenta y dos en poco más de un mes. En ese breve encuentro, que constó de una corta caminata hacia el interior de la casa de la señora; ella habló con rapidez sobre su marido fallecido hacía una década atrás. Lo había mencionado porque el cabello rizado de Harry le recordó a su querido Robert.
La casa era de estilo antiguo, y a un corto vistazo por las paredes se podía llegar a la conclusión de que fue habitada por una familia amplia; algo que la señora confirmó al decirle que tenía cinco hijos, los cuales aparecían en distintos cuadros dispersos en las paredes y muebles de antaño.
Harry se encontraba fascinado con la simpleza de la mujer -le recordaba a su propia abuela-, su tono de voz agradable al contarle un poco de su vida y la plática maternal que compartieron; también lo había elogiado por ser un jovencito bastante carismático y guapo. Y no hubo problema alguno hasta que conoció a Calcifer.
Harry casi se fue de espaldas cuando vio a ese animal de más de setenta kilos correr en su dirección. El perro se comportaba suave y considerado con su dueña, pero a Harry le había dedicado un olfateo descuidado y un par de ladridos de desconfianza.

El día opuesto L.S. (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora