Peligro inminente.

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Con un suspiro, Victor cambió totalmente su expresión y miró a Yuuri, quien luchaba por recuperar el aliento luego del susto. Arrodillándose a su lado, le sonrió con gentileza.

— ¿Te encuentras bien?

— Eso creo.

Yuuri extendió sus brazos temblorosos en un intento por encontrar sus gafas, pues no tenía idea dónde aterrizaron luego de que lo golpearon. No obstante, antes de que pudiera articular palabra alguna, Victor ya se las estaba ofreciendo para que se las pusiera de nuevo y fuese capaz de ver con claridad. Recibiéndolas con gratitud, Yuuri sintió un ligero alivio cuando el mundo a su alrededor volvió a ser nítido de nuevo.

— ¿Puedes ponerte de pie?

Yuuri aceptó la mano extendida de Victor y, con su ayuda, consiguió enderezarse, a pesar de que sus piernas aún no tenían estabilidad. Por fortuna, la sensación de pánico comenzaba a disiparse, siendo reemplazada por un sentimiento de alivio al estar cerca del mago.

— Gracias.

—Por fortuna llegué justo a tiempo, ¿no lo crees? —Victor dijo con tranquilidad, manteniendo su agarre con tal de asegurarse que Yuuri se mantuviera estable.

— Me salvaste.

—Fue un placer. Makka te detectó un par de calles atrás. Demostró ser muy valiente al venir a tu rescate.

—Lo lamento...

—¿Por qué? No es tu culpa —Victor se encogió de hombros—. Hay personas que no respetan los límites —murmuró en un tono bajo y serio que no pasó inadvertido por Yuuri.

— De todas maneras, yo...

Yuuri se vio interrumpido porque Victor colocó un brazo protector sobre sus hombros. Incapaz de comprender las intenciones del mago, Yuuri se tensó. Sin embargo, lo que experimentó en ese momento no fue incomodidad ni tampoco notó el mismo tipo de amenaza de los hombres que lo atacaron. Más bien, una extraña sensación de nerviosismo se apoderó de él.

Hasta ese momento, Victor había sido amable con Yuuri por mera cortesía, sin segundas intenciones de por medio. Según los rumores que circulaban en Hasetsu, alguien como Yuuri jamás sería el centro de atención de un mago tan extraordinario. Por lo tanto, desconcertado, Yuuri esperaba alguna explicación al repentino cambio de actitud de Victor.

—Permíteme acompañarte —dijo, rodeando la cintura de Yuuri con un brazo y alentándolo a caminar, aunque sin lastimarlo.

—¿A dónde?

—Te llevaré a un lugar seguro —respondió con convicción—. Perdóname, te he involucrado otro problema —Yuuri, intrigado por sus palabras, intentó voltear con la intención de saber a qué se refería, no obstante, Victor se lo impidió—. Calma: Makkachin nos cubre las espaldas.

Un instante después, Yuuri escuchó un sonido peculiar seguido de un gruñido que le erizó la piel. Y, por supuesto, también lo reconoció: era muy similar al movimiento de una serpiente venenosa arrastrándose en el suelo.

—Victor...

—Solo confía en mí —insistió, urgiéndolo a apresurar el paso tras doblar en una esquina—. Por favor...

¿Acaso le quedaba otra alternativa? No, claro que no. A pesar de ello, Yuuri eligió creerle porque lo salvó antes y no dudaba que volviera a hacerlo de nuevo.

—De acuerdo —Victor se mostró aliviado.

—Pase lo que pase, no te contengas...

Tardíamente Yuuri entendió que la orden iba dirigida a Makkachin, pues la caniche emitió un rugido gutural inusual para su tamaño.

—¿Qué rayos es eso? —preguntó Yuuri, impulsado por el pánico y la urgencia.

Sus niveles de ansiedad volvieron a subir, ya que Victor se negó a responder, instándolo a correr por un estrecho callejón que parecía no tener fin.






El corazón del mago Where stories live. Discover now