Capítulo 42

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Maximilian

Atenea. Atenea. Atenea.

Su nombre se ha repetido sin cesar en mi cabeza desde que la dejé irse ayer en la tarde a resolver sus líos en territorio latino. Me distrae incluso estando en el otro lado del mundo a tal escala de que, tras su partida, en el trabajo no me he podido concentrar. Eso me frustra, me cabrea y me arrebata la paz mental como pocas cosas en el mundo podrían hacerlo pero al mismo tiempo me hace cuestionarme si a ella le habrá sucedido lo mismo a pesar de que, conociendo la naturaleza de su ser, no creo que logre quitarle la paz tanto como ella a mí.

Tal cosa quedó demostrada esta mañana con la provocativa foto que me dejó ansiando más de su ser apenas la ví. La cobra movió sus fichas y me tentó tal cual solo ella sabe y puede hacerlo sin siquiera pretenderlo. Ese hecho, esa simple verdad es la que me hace querer descubrir qué tanto le afecto yo a ella porque, más que claro está, que ella a mí me vuelve loco, idiota e irresponsable. De lo contrario no estaría rumbo al aeropuerto dispuesto a largarme de Alemania solo para poderla ver pese a tener mil pendientes en la central que requieren de mi presencia. Sin embargo, aquí estoy conduciendo mi Mclaren como un maldito lunático por la A-113 deseando llegar a México lo más rápido posible con el único objetivo de preguntarle una sola cosa: ¿por qué juega con el diablo sin saber las consecuencias que habrán?

Mentiría si dijera que, en el fondo, no deseaba que hubiera una excusa, un motivo o una razón que me obligara a buscarla sin demostrar de más pues soy consciente de que aparecerme en su ciudad, así sin más, le haría desconfiar de mi presencia e indagaría queriendo saber el por qué tomé la decisión de ir y aún no estoy dispuesto a dejarle ver qué tanta importancia tiene ella para mí. No sin antes asegurarme de que de mí no escapará por mucho que corra y se esconda.

«En el mundo existen tres cosas de las cuales no puedes huir por demasiado tiempo y una de ellas soy yo. Las otras, el amor y la muerte que, a fin de cuentas, vienen siendo lo mismo pero cada una a su manera.»

Esa es una verdad inevitable. Tan inevitable como el hecho de que, a pesar de su desconocimiento, ella es mía y yo suyo sin importar el tiempo que tenga que transcurrir antes de que acepte esa aplastante verdad.

Los kilómetros discurren con rapidez y pronto me encuentro yendo a la pista de aterrizaje donde el jet privado espera a mi llegada. Aparco cerca de la aeronave que grabado en el fuselaje tiene el nombre de la empresa que a mí pertenece y que al morir mis abuelos heredé. Las letras doradas resaltan sobre lo negro del avión formando un contraste digno de ver pero al que, en esta ocasión, no le presto debida atención por tener puesta toda mi concentración en una sola cosa, ella.

Los empleados esperan por mí junto a la puerta y, al verme abrir el coche, se apresuran a tomar unas pertenencias que no existen porque la decisión de viajar la tomé sin pensarlo mucho. Ni siquiera cargo con una muda de recambio pero eso problema para mí no es. Tengo el suficiente dinero para comprar lo necesario para mi estancia en Latinoamérica y, si hace falta, para sobornar al que deba en pro de lograr mi propósito principal y los secundarios en la nación.

Tras subir a la aeronave rápidamente los trabajadores se encargan de lo necesario para que mi vuelo sea relativamente tranquilo y no transcurre mucho tiempo antes de que despeguemos de suelo alemán rumbo a mi destino. No ocurren incidentes remarcables durante las más de doce horas que estamos en el aire y finalmente se produce el aterrizaje en un aeropuerto propiedad de la FIEM localizado a las afueras del distrito federal. Al salir del avión ya hay una comitiva militar esperándome y es por ello que doy órdenes a mi gente de volver a territorio alemán.

Avanzo a grandes zancadas hasta estar frente a quienes aguardan por mí. No es una sorpresa para mí que estén aquí. Es lógico que quieran darle el recibimiento debido a la persona que dentro de poco se convertirá en el máximo jerarca de la fuerza y yo encantado por ello. A fin de cuentas algún favor ya pediré a cambio de que gocen de mi extraordinaria presencia en este lugarcito tan apartado de los verdaderos centros de poder.

Peligrosa Atracción (Borrador Peligro #1)Where stories live. Discover now