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Minji había hecho todo su esfuerzo por no pensar demasiado en lo que pasó el viernes en su casa, mas falló gratamente.

El sábado, pasado las tres de la tarde, un gato negro se asomó por la ventana de su habitación. Fueron menos de cinco segundos que lo vio, pero el tiempo suficiente para acordarse de los tímidos ojos de esa tonta chica que la observaba con miedo cuando comenzó a hacerle preguntas respecto a sus gustos. Era gracioso lo indefensa que lucía, su voz entrecortada y las manos temblorosas. Quiso burlarse de ella, reírse de su actitud débil, porque su padre siempre le dijo que los débiles eran inferiores, pero no pudo, no pudo al confirmar que Kang Haerin gustaba de ella.

Entre el alcohol, la adrenalina, el ambiente tenso entre sus burlas y la inseguridad de Haerin, además de la cara bonita que poseía la niña, tuvo que besarla, y con ganas.

Y fue peor cuando la saboreó finalmente. Labios hidratados con sabor a fresas. ¡Joder, como amaba las fresas! Aunque su parte favorita, sin duda, fue cuando al agarrarla por los muslos bruscamente, decidida a dejar marcas, Haerin no se interpuso. Dejó que sus huellas formaran parte de su cuerpo y eso era ardiente para Kim.

Estaba segura que si hubiese besado su cuello hasta dejar moretones y mordisquear su piel, Haerin hubiera aceptado sin decir nada. Tal vez le hubiera enterrado las uñas en la espalda, tal vez le hubiera gemido al oído, tal vez...

—¡Joder! —Minji golpeó el escritorio, molesta consigo misma.

No debía pensar ese tipo de cosas, por Dios. Kang Haerin era todo lo que Minji detestaba, indefensa, callada, ridículamente nerviosita. Le molestaba que la gente no tuviese personalidad y pensaran que aún así podrían hacer algo de sus vidas siendo tan... plantas.

Y además de eso, de que Haerin era una idiota, estaba el hecho de las burlas que recibiría si acaso alguien se entera de lo que ocurrió. Ella pasó sus años escolares dejando de lado a los bichos raros como Haerin, ¿qué tan hipócrita se vería besando a una?

Maldito alcohol que me pone caliente, pensó, apretando los dientes.

Esa noche se durmió recreando la escena de la biblioteca, sin ser verdaderamente consciente de lo que pensaba.

Haerin, por otro lado, no supo qué hacer. Seguía cuestionándose si aquello fue real o si debería hacer una visita a un hospital psiquiátrico.

Pero es que, que Kim Minji, su amor platónico de la vida, quien nunca mostró interés por ella y hasta veces le dedicaba feas miradas, ¿la hubiese besado? ¿La había besado con tantas ganas como lo hizo en esa biblioteca? ¡¿Cómo sería tan ilusa de creérselo así nomás?!

Pensó en una apuesta, pero lo descartó porque Minji le dejó muy en claro que no dijera nada a nadie, cosa que no había hecho hasta ese momento. Y no lo haría porque aunque estaba muy emocionada, si Minji se enteraba que le dijo a alguna de sus amigas (claramente estas la molestarían hasta el cansancio cada que Minji estuviera cerca), estaba 99,9% segura de que no solo lo negaría (cosa que, sí, le rompería el corazón), sino que también, muy probablemente, le diera una buena paliza si es que en algún momento se encontraban a solas.

Es decir, Minji solía decir comentarios malos y reírse con sus amigas de otra gente, pero no era de meterse en problemas físicos. Solo una vez el año pasado que la vio golpear a un chico de último año en ese momento, aunque se rumoreó que fue porque el tipo intentó sobrepasarse con alguna de su grupo, pero no mentiría, sí que veía a Minji agarrándola de la remera y lanzándola al suelo para luego comenzar a patearla.

Bien, quizás no así de agresiva, pero de que le quedaría un moretón en alguna parte del cuerpo, definitivamente.

Y el lunes la ansiedad de encontrarse a Kim aumentó al punto de que no pudo dar más que un mordisco a su pan. No tenía apetito y se veía capaz de devolver la comida en pleno salón.

Mona culia | Catnipz AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora