9. Búsqueda

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Sergio despertó con un fuerte dolor que recorría todo su cuerpo, no quería moverse un solo centímetro. El roce con la ropa hacía que las mordidas ardieran y tenía los músculos tensos, quería quedarse todo el día en cama, el olor de la camisa entre sus manos lo mantenía estable y lo ayudaba a recuperarse de la voz de su alfa.

Nunca había sucumbido a la voz de alfas tan fácil como otros omegas, pero desde que lo habían marcado, la voz de su alfa lo afectaba con creces. No estaba acostumbrado a sucumbir a la sumisión, así que le dolía en el orgullo caer tan fácilmente ante un alfa que ni siquiera era de alta categoría. Suspiró cansado, sentía el sol pegar en su cara desde la ventana y suponía que había dormido toda la noche, pero la fatiga aun lo aquejaba.

Se forzó a incorporarse lentamente en la cama con un quejido ronco de por medio. Después de todo, la camisa en sus manos había perdido todo rastro de olor y se sentía ansioso, como si le faltara algo, aunque no sabía muy bien el qué.

Cuando abrió sus ojos lentamente para acostumbrarse a la luz de la habitación, notó que ni siquiera era la suya. Es más, ¿de quién era la camisa en sus manos?

Cayó en la cuenta de que no se acordaba de absolutamente nada de lo que había pasado después de su discusión con el alfa. Solo recuerda derrumbarse en su cama con su mente nublada por haber sido doblegado con tanta fuerza y tanto tiempo. Fuera de eso no tiene ni idea de cómo acabó limpio y vestido en una habitación que no era la suya.

Se destapó de las sábanas y se sentó en la orilla de la cama, juntando fuerzas y preguntándose si sería capaz de ponerse de pie. No tuvo mucho tiempo de reflexión, pues escuchó como alguien introducía la llave para entrar en la habitación y al abrirse la puerta, vio a Max con una bolsa de farmacia en una mano y la llave en la otra.

Cuando lo vio despierto, se apuró a cerrar la puerta, dejar la bolsa en la cama y arrodillarse frente a Checo.

—Checo... despertaste. —le habló en la voz más aterciopelada que le haya escuchado más. Parecía que tuviera miedo de hablar demasiado alto y lo fuera a romper. —¿Cómo te sientes?

—Yo... —dudó en su respuesta. No quería preocupar a Max, pero la verdad es que aun se sentía mal, no es como si no le hubiera pasado antes y se haya hecho cargo el mismo, pero quería decir la verdad. —Algo cansado, me duele todo. Yo... lo sien-

—No te atrevas a disculparte por él. —lo interrumpió Max y apoyó una de sus manos sobre la pierna de Checo. —No tienes la culpa de que estas cosas ocurran, no tienes que disculparte por algo que está fuera de tu control. No te disculpes conmigo por esto, ¿entendido? —Checo asintió suavemente, las ganas de llorar le habían regresado con fuerza, pero no quería que Max lo viera llorar. —¿Tienes hambre? —preguntó Max mientras se estiraba para alcanzar la bolsa que había aventado a la cama. —Ya es casi mediodía, necesitas comer un poco y además te traje pastillas para el dolor. —habló mientras rebuscaba en la bolsa entre sus manos, sacó un sándwich empaquetado, un jugo de naranja y la caja de pastillas. —Ah. Casi se me olvida. También te traje esto. —Sacó la mano de nuevo de la bolsa y le extendió un KitKat a Checo.

Checo sonrió ante el gesto de Max y aceptó todo gustoso. Quería levantarse para ir a sentarse al sofá de la habitación y seguir viendo su telenovela mientras comía, pero no sabía si sería capaz de levantarse solo y no sabía si pedirle ayuda a Max. Aunque nada de ello fue necesario, Max se ofreció el mismo.

—No creo que comas cómodo en la cama. ¿Puedes caminar, quieres que te ayude a llegar al sofá?

—No sé si me pueda poner siquiera de pie, no las siento si te soy completamente honesto. —respondió Checo avergonzado por su incapacidad y debilidad.

No Te Pertenece (Chestappen)Where stories live. Discover now