Los novios de Gordon 1

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James Gordon se consideraba una persona calmada, racional y capaz de lidiar con diferentes situaciones a la vez. Sus años de constante formación policial le habían dado características de responsabilidad, seriedad, profesionalidad y trato humano. 

Su trabajo era reconocido por sus superiores y en general, tenía una posición bastante buena dentro de la malla policial de Los Santos. 

Y, aunque en su entorno laboral era brillante, el área personal era bastante diferente. 

No se llevaba mal con sus compañeros de rubro, ni con los civiles, pero no podía ocultar el hecho de que era una persona bastante solitaria. Tenía algunos amigos dentro del cuerpo, cómo Murray o Jhonson, pero eran eso, amigos de trabajo. 

Y ni hablar del amor. Cargaba a sus espaldas algunas relaciones breves, tóxicas y que solo le habían dejado un mal sabor en la boca. En sus años de adolescencia se había dedicado a explorar su recién descubierta bisexualidad, pero sus experiencias distaban bastante de la idea del amor que le habían vendido las películas. 

Es por eso que la llegada de cierto rubio de ojos azules puso su mundo patas arriba. 

En un principio fue por el mal sabor que le dejó el hecho de que llegara un subinspector, un hombre del que no sabía nada, mientras que él llevaba años dando su vida a la policia y no pasaba de oficial III. 

Su primera interacción con Gustabo García fue bastante curiosa. Alentada por el superintendente, quien les ordenó a los de mayor rango en ese momento que ordenarán la malla, siendo esas personas Gustabo y Gordon. 

El subinspector no dudó en bromear con él y delegarle el trabajo, aunque de una manera bastante amable, gran diferencia con la gran mayoría de los superiores que había tenido anteriormente.  

Desde ese momento sus caminos no habían dejado de cruzarse, en el parking de comisaría, en la armería, en los vestuarios, en la recepción. 

No importa donde fuese, pero al menos una vez al día se encontraban frente a frente, bromeando cómodamente, insultandose de juego y picandose mutuamente. 

No podría nombrar con seguridad el momento en que se enamoró del entonces Inspector, pero fue inevitable. Gustabo era atento, amable, respetuoso, siempre se aseguraba de felicitar a todo el mundo y corregirles con cuidado, tenía una facilidad para las palabras y no soportaba las injusticias, manejaba a los criminales con una simpleza que cualquiera envidiaría, era rápido, eficiente y estaba formando a los alumnos bajo su cargo de la misma manera.   

Era imposible no pillarse por él.

No cuando lo hacía reír y lo sacaba de su caparazón de soledad, no cuando le hablaba de esa forma suave y familiar, que provocaba que su estómago cosquilleará de felicidad, no cuando una sola mirada de esos profundos pozos que parecían trozos de cielo bastaba para tenerlo de rodillas a sus pies y una sola sonrisa de sus labios lograba mejorar su día por completo. 

Gustabo García era todo lo que necesitaba y ni siquiera sabía que lo estaba buscando hasta que se encontraron. 

Al principio sentía mucha inseguridad sobre sus sentimientos, porque veía al rubio coquetear con los delincuentes a todas horas, o la cercanía que tenía con Isidoro y Filadelfo o el comisario Trucazo. 

Y apreciaba la relación que tenían, por lo que tenía miedo de que si decía algo, podría arruinar las cosas. 

Pero en una de las raras tardes donde la criminalidad de la ciudad estaba en su punto más bajo, mientras ambos patrullaban en binomio, no pudo evitar que su corazón se desbordará por todos los sentimientos que el hombre tras el volante le provocaba. 

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