Capítulo 3: Crisantemos y Narcisos

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Edén

Me apresuró por los pasillos de la universidad, con mi pesado bolso repleto de libros y una carpeta de guiones de teatro en mano. Soy capaz de escuchar como el sonido de mis pasos resuena en el aire mientras me dirigía hacia el taller de teatro, que comenzaba en pocos minutos.

«Como me lamento haberme olvidado de mis audífonos».

A veces me gusta imaginar que mi vida era como una película y necesitaba música para cada pequeña acción que realizaba en el día, mis canciones favoritas eran la banda sonora que acompañaban mi historia.

Llegó al edificio de teatro, donde las risas y los murmullos de algunos estudiantes hacían eco en el aire. Mi clase es en el tercer piso, por lo que me preparo mentalmente para subir las empinadas escaleras, por mucha pereza que me cause, así que ajustó la mochila en su hombro y comienzo a subir los escalones.

—¡Edén! ¡Edén! me detengo cuando escucho a alguien llamar a mi nombre repetidas veces—. ¡Edén, espérame!

Resisto las ganas de querer pegar la frente contra una pared.

—Ahora no es un buen momento, Julien—reanudo el paso.

«¿Quién se cree que es este sujeto?»

No importaba que tuviese una cara bonita y sonrisa galante, ¡Me había dejado plantada! y la peor parte es que no era la primera vez que pasaba.

—Espera...

—¡Voy tarde!

—Si tan solo pudieras darme un minuto de tu tiempo...—lo considero brevemente a medida que ralentizó el paso—. Lamento no haber podido llegar a tiempo, en serio...

—¿Y eso es todo? ¿Me dejas plantada y eso es todo lo que tienes para decirme? —me decepciono—. Escucha, no creo que esto este funcionando demasiado, somos distintos y la verdad es que estoy harta de todo esto.

—¿De qué?

—¡De todo! Es que Estoy tan cansada de tener que esperar por mensajes y no saber que responder y odio tanto que creas que tus reacciones a mis publicaciones en redes sociales son la mejor forma de llegar a conquistarme, ¡Es patético! Nada de esas cosas van conmigo—me altero—. No tienes idea de lo estúpida que me siento, un día hablas conmigo, al otro desapareces y luego estoy yo desperdiciando toda una tarde a la espera de un mensaje, una confesión de amor, algo, ¿Si quiera te gusto?—cuestiono.

Nos habíamos estado conociendo por un tiempo, es el primer chico con al que realmente intente darle una oportunidad antes de batearlo porque pensé que quizás podía valer la pena, pero todo me resultaba tan confuso.

—¡Claro que me gustas, nena!

Intenta subir un escalón, pero lo detengo.

—Yo quiero una historia de amor, quiero todo el romance, las flores y las citas, la declaración de amor épica y que me digas que te cuesta trabajo respirar cuando no estoy cerca, porque eso es lo que de verdad sientes—me quedo sin aire por hablar tan rápido—. Quiero eso, ¿Soy muy exigente? 

Da un paso hacia atrás, bajando un escalón.

—Pero, Eddie... —hago una mueca al escucharle llamarme de esa forma, me disgustaba—, nada de eso es realista, nena—me mira con una expresión confusa en su rostro—. Esas solo son cosas que pasan en las películas.

Parpadeo, pensativa. Al final del día es verdad, no es realista. ¿Cuántos chicos al día pasan por la floristería para comprar como mínimo una flor para sus novias? Era extraño cuando sucedía, casi un milagro. La mayoría de los chicos hoy en día ni siquiera lo intentan, no de verdad, solo envían mensajes de texto y les parece que eso es suficiente.

Flores para mi EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora