Sasuke, un joven estudiante de Kinesiología, descubre que una de sus compañeras stalkea su Instagram a través de una cuenta secundaria; Sakura, una intrigante chica que padece una monótona ansiedad.
Sasuke decide imitar este gesto y crear un segundo...
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Creo que tengo una dependencia a revisar el pronóstico del tiempo cada día.
Una dependencia a averiguar cuántos grados de temperatura habrán a la siguiente mañana, si es que acaso hará frío el martes o si el miércoles será un día más cálido de lo normal. El sólo saberlo me ayuda a mentalizarme, a organizarme de alguna manera, a prepararme para cualquier suceso, y aunque no parece gran cosa... creo que cada vez, el cambio del clima me asusta poco a poco, más.
Me asusta que el invierno acabe.
Me asusta pensar que el calor se aproxima desde la raíz de una puesta hasta escalar a la cima, y a consecuencia, el origen a necesitar utilizar camisas más pequeñas, delgadas y frescas. Un short o una falda en donde las piernas se busquen lucir. Prendas sin mangas, y con ellas, la piel exponiéndose a la desnudez que condena el sol. Y de tan sólo pensarlo, de tan sólo ver cómo cada día el pronóstico indica un ascenso en las temperaturas con el pasar de cada noche, mi corazón galopa tensionado.
Sí, me asusta que el invierno acabe... me asusta todo lo que depara el calor. Si tuviera el poder de controlar el clima, dictaría un año acogido de días invernales, donde las sudaderas y los abrigos holgados continúan siendo tus más leales compañeros, tus más leales cómplices de cada inseguridad.
Porque esa es la magia de una temporada fría; un simple día de invierno te protege de toda mirada, de todo aquel que te pueda notar.
¿Por qué debería preocuparme tanto?
Me lo pregunto luego de salir un día viernes de la universidad, en camino a la cafetería y con un suéter abrazándome la espalda mientras una leve pizca de calor me acecha, haciéndome batallar por no quitármelo.
¿Será por la anchura de mis brazos? ¿El aspecto de mis piernas? ¿La forma de mi abdomen?
Suspiré, despertando en un día lunes de camino a mi aula.
No... no es el calor lo único que me asusta así.
Sí son mis brazos, sí son mis piernas, sí es mi abdomen... y mis manos, mis uñas, mis senos, mis glúteos, el cabello, la forma en la que visto, la forma en que me encantaría vestir, la forma en que me encantaría moverme, expresarme, en hablar con los demás.
Me encantaría verme y sentirme tranquila, segura, sin inquietudes.
¿Pero por qué tengo que estar cuestionándome estas cosas? ¿Por qué todas las chicas a mi alrededor se ven tan tranquilas, como si nada las atormentara?
Alguna ha de tener algún tormento, algo que les quite la calma, ¿verdad?
Las observaba discretamente al pasear... deseando poseer habilidades telepáticas para conversar con ellas, conocerlas, preguntarles si es que acaso al verlas caminar con tanta seguridad por un pasillo de la universidad, existirá algún complejo martirizándolas.
