CAPÍTULO V

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(Tercera persona)

Palacio del emperador, Kioto.

El gran comedor en el palacio del monarca japonés, era uno de los más extravagantes de la isla. La mesa era rectangular, con cinco metros de longitud y casi dos metros de ancho. Siempre estaba llena de frutas frescas y coloridas. Las paredes tenían cabezas disecadas de diferentes bestias. En el techo colgaban cinco grandes candelabros. El piso estaba cubierto por una inmensa alfombra hecha con piel de lobo de Honshu.

Eunji y el emperador estaban teniendo una cena, uno sentado enfrente del otro. Aquella mujer estaba recuperando energías mientras comía diferentes platos de comida. El rey solo la observaba.

- ¿Lo estás disfrutando? Poseo a los mejores cocineros de mi isla.

Ella no responde. Sigue concentrada en su comida.

- Me has ayudado a mí y a mi pueblo... ¿Qué es que más deseas? ¿Una enorme fortuna? ¿Una prestigiosa reputación?

- Volver con mi familia - Sin rodeos esa fue su respuesta.

- Pronto mis hombres y yo iremos a prepararnos para el ataque... - Ella se detiene se comer y lo observa, seguidamente el emperador se levanta y le arroja una katana sobre la mesa - Te regresaré a tu hogar, pero tienes que pasar una última prueba. Lucha con nosotros y así tu lealtad hacia mí será el precio que pagarás.

Eunji la toma - Acepto.

El emperador sonríe - ¡Que empiece el entrenamiento!

***

Eunji (Último día del arduo entrenamiento)

Me duele todo. Mi cuerpo está lleno de moretones y mis heridas sangran. Pero soy lo suficientemente fuerte para seguir sosteniendo esta katana de madera. El emperador me ha buscado los mejores maestros de Kioto, así que tengo que sobrevivir un poco más para volver con mi familia.

¡Nada me hará rendirme!

- No puedo creer que una mujer haya derrotado a todos mis compañeros - Me comenta el último maestro que debo enfrentar.

Me cuesta no reírme de manera irónica - ¿En serio? Pues observa cómo lo hago también contigo.

Le lanzó mi katana en dirección a su rostro, al mismo tiempo él con su espada logra bloquearla - ¡Las mujeres siempre son tan prede-!

No logra terminar lo que está diciendo debido a la patada que le di en su rodilla derecha, lesionándolo al momento. No pierdo el impulso y con mi otro pie pateo sus manos qué sostienen su katana. Su confianza lo cegó cayendo fácilmente en esa distracción mientras me deslizaba sobre el suelo hacia él.

Aquel hombre se esfuerza para equilibrarse a pesar del insoportable dolor que debe estar sintiendo. Giro hacia atrás para tomar impulso, una vez en el aire pateo su pecho tumbándolo al suelo como si fuera un saco de harina. Tomo ambas katanas y se las acerco al cuello al ver que trata de levantarse.

- ¡Suficiente! - Grita el emperador mientras aplaude, de seguro ve esto como un espectáculo - Mira tus heridas... Por cuánto habrás pasado para que tu cuerpo no sucumba a tales lesiones.

- Nada de eso importa - Le respondo - No volveré a ser humillada por nadie más.

- ¡Oye tú! - Me llama el maestro mientras dos soldados lo ayudan a levantarse - Ve a que te curen las heridas.

Reyes de las EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora