-facing fears.

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Abrí lentamente los ojos, sintiendo cómo los rayos de sol se filtraban a través de la fina tela de la carpa y acariciaban mi rostro con una suave calidez

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Abrí lentamente los ojos, sintiendo cómo los rayos de sol se filtraban a través de la fina tela de la carpa y acariciaban mi rostro con una suave calidez. La luz matutina llenaba el espacio confinado con una atmósfera dorada, y por un momento, me quedé allí, sumergida en la tranquilidad de la mañana.

Eran ocasionales las mañanas en las que podía sentirme en paz como en estos momentos. Solía tener días malos en los que me despertaba y no quería, o simplemente no tenía las fuerzas, para abrir los ojos.

Pero hoy no era uno de esos días. Hoy, el cálido calor de un cuerpo a mi lado y un fuerte brazo rodeándome por la cintura, hizo que todo fuera un poco mejor.

Abrí los ojos con cautela, dejando que la luz suave de la mañana acariciara mis ojos. Y allí estaba él, Max seguía profundamente dormido, su respiración tranquila y regular llenaba el aire con una serenidad reconfortante. La vista de su rostro apacible me llenó de una sensación de calma, como si nada en el mundo pudiera perturbar la quietud de ese instante.

Con cuidado, me deslicé fuera de su brazo, sintiendo la frescura del suelo bajo mis pies desnudos. El aroma a tierra húmeda y vegetación llenaba mis sentidos, recordándome que estábamos acampando rodeados por la naturaleza en su estado más puro.

Me incorporé lentamente, estirando los brazos hacia arriba y dejando que la energía de la mañana se filtrara en cada fibra de mi ser, mientras le abría la carpa a Kai para que pudiera salir afuera luego de una larga noche.

Max seguía dormido, ajeno al mundo que lo rodeaba, y por un momento, me quedé allí, observándolo con cariño, y cada vez que lo veía, sentía como si el sol brillara un poco más fuerte a mi alrededor.

Con una sonrisa en los labios, me di cuenta de que hoy sería un buen día.

La suave brisa de la mañana jugaba con los mechones de cabello que se escapaban de mi trenza, mientras me deleitaba con la serenidad del momento. Sin embargo, mi pequeño momento de tranquilidad fue interrumpido por un suspiro suave a mi lado.

Max comenzaba a despertar, y con un gesto cariñoso, me atrajo hacia él, envolviéndome en sus brazos con ternura.

Sus labios, aún adormilados, encontraron los míos en un beso suave que me hizo sentir como si el mundo entero se desvaneciera a nuestro alrededor.

—Buenos días, hermosa. —murmuró con voz ronca.

Cuando nos separamos, me miró con esos ojos azules llenos de amor, y una sonrisa se formó en sus labios.

—Buenos días a ti también. —sonreí. —¿Cómo dormiste?

Sus dedos se deslizaron por el largo de mi espalda, haciendo que todos mis pelos se ericen.

—Mejor que nunca. —respondió con una sonrisa pícara mientras seguía trazando figuras sin sentido en mi espalda. —¿Sabías que cuando duermes haces un pequeño puchero con la boca? Así... —junta los labios y los frunce de forma adorable. —Me daban tantas ganas de besarte...

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