Capítulo 9

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Vuelvo a centrar mis ojos en el reloj que sostengo en mis manos; marca las 2:15 a. m. La noche se baña en un silencio único y se viste de un oscuro incomparable. Dejo el reloj colgado en la pared y salgo de la habitación lentamente, cuidando cada paso que doy para sentirme seguro. Abro la puerta rápidamente y pongo un pie afuera antes de darme la vuelta para observar por la ventana hacia la casa de los Coldwell. Allí estaba esa niña, sonriendo en medio de la noche, dentro de la casa. Me doy la vuelta y salgo rápidamente, me dirijo a mi cuarto en busca de las llaves de repuesto para entrar a la casa. Las tomo y voy a la cocina, saco mi linterna que se encuentra dentro de un cajón y guardo en mis bolsillos un pequeño cuchillo por si acaso. Me dirijo hacia la salida, respiro calmadamente y abro la puerta.

Comienzo a caminar hacia la casa de los Coldwell, teniendo mucho cuidado de que nadie me vea. No quería ser atrapado por la policía dentro de otra casa y luego tener que explicar la situación, que si así fuera, tendría solamente dos opciones: me catalogarían como loco o me llevarían detenido.

Llego a la casa y saco las llaves de mi bolsillo para poder entrar. Al intentar insertar la llave, se me cae al notar el temblor de mis manos. Estoy lleno de miedo y no sé qué pueda sucederme o qué voy a encontrar dentro, pero debo seguir porque estoy seguro de que aquí encontraré lo que he estado investigando durante veinte años. Aquí encontraré la verdad.

Lentamente, me agacho para tomar las llaves del suelo y luego las pongo otra vez en la cerradura, logro abrirla lentamente y solo puedo apreciar oscuridad. Doy unos pasos hacia adentro en busca del interruptor de la luz, pero siento un golpe en mi frente; supongo que choqué con algo. Enciendo la linterna que saqué de la cocina y apunto hacia el frente, y aquí es donde las palabras dejaron de existir para mí, donde el silencio se convierte en un infierno y donde la oscuridad y la luz estaban dañando mi cerebro.

Lo que me golpeó en la frente eran los pies del cuerpo colgado de la hija de los Coldwell.

Hace 8 años...

—Hola, señor Arthur. Soy su vecino, Dan —extiende su mano para estrecharla—. Quiero avisarle que si necesita ayuda no dude en buscarme.

—Hola, muchas gracias, señor Dan. Creo que puede darse cuenta de que mi edad no me permite hacer mucho —le estrecho la mano.

Nuestras conversaciones siempre son sobre cosas cotidianas. Solemos hablar de fútbol, la familia, los viejos tiempos; a veces recibo alguna invitación para cenar con ellos. Son conversaciones que no se caracterizan por tener algo extraño.

—¡Papá! —grita una pequeña niña desde la casa de enfrente—. ¡Mamá se hizo daño!

—¡Voy! —responde el señor Dan—. Discúlpeme, tengo que irme —dice rápidamente antes de correr hacia su casa.

Mantengo mi mirada en el señor Dan, la duda me inunda, pero solo puedo esperar que no sea nada grave. El hombre corre hacia la puerta, ignora a la niña, entra y en segundos desaparece de mi vista. La pequeña queda afuera, parada como si fuera una estatua, y me observa fijamente. No entiendo qué le sucede a la niña, pero la situación es increíblemente incómoda. Luego de unos segundos, la niña abre su boca y comienza a soltar un líquido negro y espeso. Simplemente quedo atónito, congelado. Pensé que quizás tenía algún tipo de enfermedad y estaba sufriendo un ataque, pero lo descarto porque el mismo líquido le comienza a salir de los ojos.

Fijo mi vista en la entrada de la casa y el señor Dan estaba quieto y parado sobre la entrada. Ahora eran dos estatuas mirándome, pero el hombre se limita a caminar hacia la niña sin dejar de observarme, sin mover la cabeza hacia donde no estuviera yo. Toma de la mano a la niña, entran a la casa y cierran la puerta.

En la actualidad...

Grito. Grito del miedo, grito por tristeza. Entro y cierro la puerta rápidamente para que nadie pueda notarme. Me apoyo en la puerta y me dejo caer al suelo lentamente, levanto la mirada y solo puedo ver a la niña colgada. El sentimiento en ese momento no podía ser comprendido por nadie que no viviera lo mismo. Sé que debía llamar a la policía y avisar a la familia Dan, pero aún no tengo nada claro. Quizás ellos la colgaron, no lo sé, no puedo pensar en mucho.

La linterna comienza a dar pequeños apagones. La golpeo y pido que no deje de funcionar, pero lamentablemente se apaga. Ya no tenía luz. Me levanto con ayuda del bastón y pegado a la puerta, me detengo un segundo a pensar en qué debo hacer, pero algo me impide concentrarme.

Comienzan a escucharse susurros dentro de la casa e igualmente puedo notar pequeñas risas que vienen de adentro. Sigo intentando encender la linterna como si de ello dependiera mi vida. No dejo de apretar el botón hasta que, en un momento, la luz parpadea y puedo ver que detrás del cuerpo colgado de la niña hay cuatro personas paradas observándome fijamente. La linterna se vuelve a apagar y en ese entonces doy la vuelta y busco la manija de la puerta para poder salir. Escucho cómo los susurros y las risas se acercan lentamente hacia mí. El miedo, el temblor de mi cuerpo, mis pensamientos, la oscuridad, mi edad, mi pasado me consumen en cosa de segundos. Siento morir por un segundo pero logro encontrar la manija y girarla para salir.

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⏰ Last updated: Mar 18 ⏰

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