Capitulo 3

27 2 0
                                    

****

Santana llegó a casa a la mañana siguiente encontrando a Brittany sentada en la terraza, leyendo el diario de la mañana. —Buenos días.—

—Buenos días— la stripper contestó, colocando el periódico en la mesa.

Santana miró ceñudamente de manera fortuita las secciones del periódico por la forma revuelta en que estaban apiladas. ¿Por qué nadie pone las cosas de la forma en las que estaban antes? Reflexionó silenciosamente. —¿Has terminado con este?—

—Sí….¿Oye, te importaría si compro una cortina nueva para el baño? No me gusta la que tienes.—

—Mmhm... seguro.— Santana se encogió de hombros. —Esa sólo tiene algunos meses de uso.—

—Sí pero no puedo soportar todas esas flores y adornos. Escogeré una nueva esta tarde de camino al trabajo.—

Mirándole los pechos marcándose contra su blusa de satén, Santana se sonrojó ante el recuerdo de Brittany haciendo mover sus pechos para el público en el  club nocturno. —¿En dónde trabajas?— Preguntó, esperando iniciar una conversación entre las dos.

—En el centro — Brittany contestó, tomando el resto de su café.

Santana dejó que evadiera la conversación, teniendo sospecha de que el tema seguro no le era nada cómodo a la joven mujer. —Compraré tacos esta noche para la cena. ¿Te gustaría que comprara algunos para ti también?—

—Naa, no me gusta la comida de conejo.— Brittany miró su reloj de pulsera. —Me tengo que ir.—

—Bien, que tengas un buen día.— Santana recibió un gruñido como respuesta de la stripper mientras le pasaba por un lado. No puedo creer que accedí a esto, pensó para sí. Sus ojos miraron el desorden sobre la mesa. Brittany había dejado ahí su taza de café, un plato lleno con migajas, una toalla de papel arrugada, y el periódico desorganizado. Incapaz de dejar todo en completo desorden, Santana llevó los platos al lavaplatos y puso en orden el periódico. Cuando se sirvió una taza de café, observó una marca que dejó la taza en el mueble de la cocina. —¿Te cuesta tanto tomar el paño y limpiar el mueble?— Santana murmuró maldiciones por varios minutos mientras limpiaba el mueble y la cocina. Cuando terminó su tarea, descolgó el teléfono y llamó a la oficina de Kurt solo para enterarse que había tomado el día libre. Entonces marcó a su casa.

—Hola, somos Kurt y Blaine. No podemos contestar el teléfono ahora, por favor deje un de mensaje... beep.—

—Kurt, ¿dónde estás? Llámame en cuanto puedas.— Al no conseguir desahogarse con la persona que quería, Santana llamó a la oficina de Quinn.

—Tienes suerte de que la señora Thomas haya cancelado — Quinn dijo cuándo Santana entró en su oficina. —Tengo cuarenta minutos disponibles antes de mi siguiente cita. ¿Qué pasa? ¿Sigues teniendo problemas con tu compañera sacada del infierno?—

—Ella me vuelve loca, Q. La mujer no conoce el significado de la limpieza más que de ella misma.— Santana se dejó caer en el sofá y suspiró. —Revolvió todo mi periódico y apuesto a que es alérgica a meter los platos sucios al lavaplatos.—

Quinn asintió con la cabeza, conociendo muy bien la obsesión de su ex-amante de mantener todo pulcro. —¿Ella es realmente una haragana o simplemente no es tan limpia y ordenada como tú lo eres?—

—No le estoy pidiendo que limpie el piso todos los días — la escritora se defendió. —Pero ¿la mataría pasarle un trapo al mueble de la cocina? Deberías de haber visto el cuarto de baño.— Sin darle oportunidad a Quinn a interrumpir, Santana continuó. —¿Tú debes suponer que ella tendría que poner su toalla colgada en la barra justamente diseñada para eso, no es así? No, claro que no. Ella la dejó tirada arriba del cesto de ropa. No es que no hubiera en cualquier otro sitio una barra para colgar la toalla.—

El corazón de BrittanyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora