Capitulo 11

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Brittany apoyó su codo contra el mueble del mostrador, descansando su barbilla en su mano. —Nunca tendría la paciencia para eso—.

Santana echó una mirada a su labor, rociando los condimentos sobre las pechugas de pollo.—Es muy fácil seguir la receta—.

—Demasiados pasos— dijo Brittany, cambiando de posición sus brazos que descansaban sobre el mostrador. —Prefiero algo que sea más fácil y rápido de preparar—.

—Sí, ya lo he visto—. Santana colocó la cacerola en el horno. —Mi congelador nunca antes había visto comida de esa antes de que te mudaras a esta casa. Tu estómago debe estar hecho de hierro—.

—Lo tengo acostumbrado. Crecí con este tipo de comidas congeladas sólo listas para servir y comer, y pizza congelada también—.

Santana hizo una pausa pasando un paño sobre el mueble del mostrador. —¿Has comido mucho de eso, mhm?—

¿Cómo comenzamos a hablar de mí otra vez? Ella se encogió de hombros. —Supongo. Cualquier cosa que tenía macarrones y queso en una caja, eso se comía—. Sus ojos cayeron sobre el libro abierto de recetas y cogió el libro más cercano a ella. —Sabes, he visto estos en televisión y en las casas de amigos pero creo que mi madre nunca tuvo uno—. Ella volvió la página.

—¿Nunca cocinaste algo agradable para ti?—

—Era más barato comprar cosas pre-preparadas que comprar todos los ingredientes y hacer todo el trabajo—. Fue salvada de seguir con la conversación por el timbre de la puerta.

—Esos deben ser los chicos— Dijo Santana, doblando el paño de lavar platos y colocándolo pulcramente sobre el grifo.

—Yo abro—. Brittany fue a la puerta y se asomó por la mirilla, viendo sólo la imagen distorsionada del hombre que le alquiló el apartamento.

—¡Señorita Pierce!— El hombre castaño exclamó cuando la puerta fue abierta. Antes de que ella pudiera reaccionar Brittany se encontró atrapada en un abrazo entusiasta. Kurt dió un paso atrás, sus manos apretando amablemente sus brazos. —Es tan agradable verla otra vez—.

—Uhm, hola—. Sorprendida por el saludo, tomó toda su fuerza de voluntad para no quitarse de su agarre. Forzó una educada sonrisa y sutilmente dio un pasó fuera de su alcance. Giró hacia la puerta abierta y recibió otra sacudida cuando vió al esbelto y elegante hombre parado delante de ella. Su cuerpo sutilmente trabajado se transparentaba por la camisa pulcramente blanca. El cabello negro perfectamente peinado, ni un pelo salía de su lugar. Su cara era delgada con delicadas mejillas, tenía cejas tupidas  pero aun así Brittany podía ver fácilmente el alegre brillo en sus ojos color avellana.

—Señorita Pierce, éste es Blaine.— Kurt dijo dulcemente. Quitó el plato cubierto de las manos de su amante y se fue caminando hacia la cocina.

Brittany encontró su mano sujetada entre dos manos más grandes mientras Kurt se alejaba dejándola sola con el hombre que era más alto que ella. De pronto, el tamaño del desconocido le provocó que el corazón comenzara a latirle con fuerza trayendo así un antiguo miedo y el deseo de escapar inmediatamente. Entonces el pelinegro abrió su boca.

—Es un placer conocerla— él dijo, su voz casi tan suave como la de ella. —Soy Blaine Anderson, el esposo de Kurt—.

—Hola—. Brittany se sorprendió ante el contraste de la suave voz juvenil con el elegante hombre parado delante de ella. —Brittany—.

—Bien, es un verdadero gusto conocerte, Brittany— dijo calmando con cada palabra su miedo. —Debes disculpar a Kurt. Los buenos modales a veces se le escurren entre los dedos—.

El corazón de BrittanyWhere stories live. Discover now