CAPÍTULO 14

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Seguridad

Luiciano

Agarro el pequeño cuerpo como si fuera la cosa más delicada de todo el mundo.
La cargo entre mis brazos y la llevó a su habitación, la acuesto en la cama y le pongo una manta para abrigarla.

Agarro mi teléfono y llamo a Esteban.

—Ya esta listo, trae al doctor ahora, que se apure no tenemos mucho tiempo. —digo sin más.

—Entendido, ya estamos en camino.

Me siento en la orilla de la cama, parece el propio ángel dolorido, tiene las mejillas y la punta de su nariz de un color rosa-rojizo por el llanto, en sus párpados se les transparentan las venas brotadas por la presión de sus lágrimas.

Odio verla llorar, la sangre me hierbe cada que veo su mirada esmeralda quebrarse y más si es por un maldito como lo es el imbécil de Jacob. No sé por qué le dije que estaba muerto, pero no me arrepiento si al final de todo ese va a ser su destino.

La muerte.

Todavía mis hombres no lo han atrapado y eso me enoja hasta la última medula de mi ser, tengo que encontrarlo, tengo que hallarlo. Ese imbécil no puede estar por ahí suelto por que sé lo que su mente torcida y podrida esta planeado.

Sé que la quiere violentar, sé que me la quiere destruir, se quiere vengar.

Y eso no lo voy a permitir.

La puerta se abre, Esteban y el doctor de cabecera del Círculo se acercan.

—¿Lo hiciste tal y como te lo explique? —dice el doctor hacia mi dirección.

—No, lo hice a mi manera, ¿Qué me crees? ¿Imbécil?

—No señor para nada, no fue mi intención ofenderlo.

—Cállate y haz lo que te ordene antes que te vuele la puta lengua.

—Ok señor, lo siento señor.

—Maldita sea ¡Cállate! Que me enfermas!.

Sin más se va hasta Amelia, le quita la sabana para dejar al descubierto sus pies, los cuáles siguen cubiertos por unas medias que tienen dos orejas de cerdo y estampados del mismo animal de color rosado, le quita las medias desnudando su pequeño pie izquierdo. La sangre me hierbe al ver como las manos de este maldito tocan su piel.

Siento que me la está ensuciando.
No me gusta esa sensación.

—¡Apúrate!

—Señor, es un trabajo el cual me va a tomar más de 30 minutos por favor le pido paciencia. Si no, le va a quedar una cicatriz.

Ella no tiene su piel marcada, lo pude comprobar el día que la vi desnuda en la ducha. No quiero ningún tipo de marcas en su cuerpo al menos que sean las mías.
Solo y únicamente las mías.

—Tienes 25 minutos para hacer todo, contando desde ahora y si aprecias tu vida más te vale que no le dejes cicatriz.

—Entendido.

Me acerco a Esteban y este ve toda la habitación.

—¿Entonces vas a pensar lo que le dije? —me dice

Pienso en la conversación que tuve con el y Marco esta tarde, después de mi madre y Amelia se fueran.

—No sé Esteban, es una buena idea para mantener la seguridad de esas armas que son mi creación, la más buena e innovadora que he tenido de muchas obviamente, no esta demás decir eso. —Esteban me remira los ojos.

Mi luz en la Penumbra      Where stories live. Discover now