CAPÍTULO 22

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Mi deber

Luiciano

Tanteo mi vaso de Whisky levemente, ando un poco estresado bueno ¿Cuándo no?. Me obstina no tener lo que quiero, cuando lo quiero.

—Señor, los infiltrados que pusimos en las calles nos dieron su reporte el día de ayer. —asiento —Nos dijeron que lo vieron salir de una bodega abandonada como en tres ocasiones.

—“Como” —mi voz es neutra —No me sirve un “Como” quiero seguridad es tus malditas palabras, tus dudas agárralas y te las metes por el culo. —digo —Me estoy enfadando Eithan, así que procura encontrármelo hoy.

—¿Hoy? Señor, es que..

—Es que nada. —espeto —Si no me lo traes dentro de las próximas ocho horas, tu familia estará dos metros bajo tierra. —sabe que no miento —¿Me oíste?.

El duda al responder pero al final lo hace.

—Si señor entendido.

—Sal de aquí que me das migraña. —Eithan se va cumpliendo mi orden.
Ya van dos semanas desde que estoy detrás del imbécil de Jacob, el muy idiota es muy bueno escondiéndose tengo que admitir que tiene agallas. La realidad es que podrá esconderse hasta del mismísimo Dios, pero de mi no.

Eso si que no.

Estas últimas semanas mi humor ha estado empeorando cada día, muchas cosas me atormentan, me sacan de mi tranquilidad y una de las causas tiene nombre y apellido.

Aquellos ojos esmeraldas.

Es tan enana que ni se ve, maldita cría que a pesar de todo eso me tiene a sus pies.
Tengo una obsesión con ese maldito feto que no logro entender, no logro entender por qué me causa tanto estrés, joder.

Me molesta no tenerla cerca, me molesta que no me hable como un malparido perico cada minuto del día, me molesta que no me pregunte algo, me molesta cuando no se pone sus horribles pijamas de animales, me molesta cuando no sonríe, me molesta cuando no me pide algo, me molesta cuando no se pone sus vestidos de colores, me molesta cuando no quiere dormir conmigo, me molesta cuando dice que yo le molesto, me molesta que ella se moleste conmigo.

Todo de ella me causa molestia, obvio que es por qué no la soporto.

Joder, es muy molesta.

Hace unas horas la dejé en el edificio de salud del Círculo, su padre ha mejorado un poco, sus heridas han sanado pero aún no ha despertado, no sé qué espera tanto el imbécil de Antonio, quiero que despierte ya, por que me causa molestia tener a Amelia llorando casi todos los días por él. Sé que es su papá,  pero que despierte de una jodida vez.

¿A caso le gusta ver a su hija llorar?

Por que a mi no, no me gusta que ella esté derramando lagrimas por él, ni por nadie.
Mis pensamientos son interrumpidos por Esteban, el pasa sin avisar a mi oficina con una sonrisa de oreja a oreja en su rostro. Toma asiento en frente de mi escritorio.

—¿Por qué todas mueren por mi? —dice, yo le remiro los ojos —Hermano, capaz y un día me llamen para ser la portada de la revista de Play Boy por que es que todas las que se me pegan son rubias —le vuelvo a dar otro sorbo a mi trago —¿Te acuerdas de la que te presente en el comedor la otra vez? —-pregunta.

Mi luz en la Penumbra      Where stories live. Discover now