Las horas pasaron, Eliana yacía en su cama dormida profundamente, después de haber llorado mucho. Unos teques en la puerta la despertaron, pudo ver la luz de las antorchas del lugar por la ventana. Todo estaba a oscuras en la habitación, se puso de pie lentamente y abrió la entrada. Había una joven que traía su cena, sintió algo de pena por ella, tenia los ojos hinchados y la nariz muy roja.
-Sir Tristán me mando su cena, mi lady -trató de ser lo mas educada posible.
Su mirada recayó en la bandeja que tenía un trozo pan, queso, una infusión y sopa que parecía de pollo.
-gracias -respondió y se apartó para que la joven pasara, tenía una vela en un candelabro también y la coloco en la mesa.
-¿necesita algo más, mi lady?
-¿sabe donde se encuentra mi esposo? -le preguntó con temor.
-esta abajo con los demás caballeros.
Eliana asintió, volvió a agradecer las atenciones y la joven se marchó. Fue hasta la mesa y volvió a ver los platillos sobre la mesa, ¿Por qué tenía la leve sensación que la cena era de su gusto? Mucho de lo que estaba servido eran alimentos que le gustaban.
-¿Estará molesto? -se preguntó. -quizá no debí expresarme de esa forma -se lamentó.
Sintió cierta culpa. Tristán no era como su padre, no lo era. Lo supo al ver la cena sobre su mesa. Su padre la habría matado de hambre, como la vez que cuando la iba a golpear con su bastón, ella lo sostuvo en el aire ante su sorpresa. Ya no era una niña, pero no lo golpearía solo porque le había dado la vida, solo fueron segundos en que refuto su fría mirada, pero esa fuerza que la ayudo a sostener aquel bastón, se desvaneció y la bofeteo con la otra mano. Tomo el trozo de pan y lloro, estaba equivocada. Degusto cada alimento de la cena y se sintió un poco mejor. Cuando lo termino, salió de su habitación, necesitaba hablar con él; bajo por las escaleras, dirigiéndose hasta donde se suponía que comían los inquilinos. Había algunos hombres en la mesa, con jarras de vino sobre estas, tenían un aspecto desalineado y sucio.
-señora -la llamaron y se detuvo al pretender irse.
-Sir Arthur.
El caballero se acerco lentamente a ella, pudo notar que había llorado por sus ojos hinchados. Su comandante también estaba bastante descolocado, lo supo cuando lo escucho gritar cuando se apartó de todos. Lo notó frustrado, quizá lidiar con las damas no era una de sus virtudes, a pesar de lo apuesto que era para ellas. Tristán podría conquistar a cualquier mujer si se lo propusiera, pero este no era el caso. Su experiencia nula con las mujeres era muy mala, era hosco, frontal y sin ningún miramiento.
-No creo que el comandante le agrade, que vos se encuentre por aquí -aclaró.
-Lo sé. Bueno.. yo solo estaba buscando a mi esposo. Me dijeron que podría encontrarlo por aquí -se excusó.
-Si, pero se acaba de ir.
-¿Podría saber dónde?
-Esta con aquel niño -respondió. -el comandante quería asegurarte que estuviera bien
Eliana bajo la mirada, jugo con sus manos. Él se estaba preocupando por aquel niño, Tristán era un hombre bueno, aunque no justificaba como lo había tratado, escuchar eso la calmaba. Su alma volvió a ella y trato de sonreír.
-Gracias -le sonrió cordialmente. Necesitaba escuchar aquellas palabras.
-¿Gracias, mi señora? -le cuestionó. No la entendía, ladeo un poco su cabeza encontrándola interesante y a la vez inocente.
-Me retiro a mi habitación. Si no os moles...
-¡caballero! -una tambaleante voz atrajo la atención de ambos.

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El listón gris ©
RomanceEliana y Tristán son dos personas completamente diferentes, que unirán sus vidas en un matrimonio por conveniencia. Ella está enamorada de otro y él un enigma en todas sus letras. Dos mundos distintos marcados por la desgracia. La búsqueda de su nue...