Capítulo XIX

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(...)

Los días se trasformaron en semanas. El clima cálido de Drawstone se desvaneció y en su lugar, cambio a uno bastante ventoso, anunciando la llegada del invierno. Según le habían comentado, los inviernos iban acompañados con nieve, en una proporción generosa . En Broshewd, casi nunca nevaba, así que, disfrutaría aquella estación.

-¡Sir Arthur!

El caballero estaba en medio del patio de armas, afilado su espada. Dejó de hacerlo y se dirigió a raudo paso hacia ella.

-¡Buenos días, mi señora!

La saludó y pudo esbozar una sonrisa en su rostro. Hacia mucho que no la veía, estaba feliz de verla radiante. Le era muy difícil controlar sus expresiones, ver a Eliana le hacía tan bien. Ella y Tristán parecían el día y la noche, mientras ella brillaba como el sol, él parecía sumirse en la tristeza. Hasta donde sabía, era un matrimonio arreglado, pero esos dos se querían, aunque tuvieran sus desacuerdos. Hasta él podría notarlo, le costaba aceptarlo.

-¿Podría indicarme donde esta el gallinero? En la cocina me dijeron que allí están Helga y Olga.

-Todo recto, hasta doblar por la herrería, mi señora. Si os desea, puedo escoltarla.

-No os preocupéis, puedo llegar sola. Que tenga buen día, caballero.

La decepción del rostro de Arthur, se hizo notar, pero ella era tan inocente, que pasaron desapercibidos antes sus ojos. Los sentimientos que despertaba en Arthur, podrían ser anotados por cualquiera, menos ella, cada vez que le sonreía. La mirada azul de caballero palpitaba, por aquella mujer doblemente prohibida. En la mente de la joven, que Arthur se ofreciera a escoltarla, era algo muy normal. Era su caballero y ella su señora, pero, no necesitaba su compañía, quería estar sola con las madres de algunos de los niños. Tenía una idea en mente y esperaba que diera frutos. Cumpliría un sueño para aquellos infantes, uno donde no existía su esposo. Aquel que ahora catalogada como desconocido.

(...)

-Mi señora, pero... apenas sabemos leer.

Helga era una mujer muy joven, también madre soltera. Su pequeño no impedía sus actividades como criada en el castillo. Olga era un poco mayor, con dos pequeños niños y su esposo trabajaba como jardinero. Tristán era muy noble al permitirle llevar a sus críos, otros nobles no serían tan indulgente.

-Además estamos muy ocupadas, tenemos múltiples tareas que realizar.

Eliana insistiría, sin perjudicarlas. No podría darse abasto con todos los niños, pero, si incentiva a sus padres a leer. Quizá podría crear una cadena de lectura. No quería parecer una noble entrometida, que tiene mucho tiempo libre.

-no les quitaría mucho tiempo. Además, podemos intentarlo a la hora de comida. Solo os pido un poco de su tiempo, os juro que ha vuestros niños, les gustaría que les leyeran antes de dormir.

-pero...

-la lectura nutre las almas. Lamentablemente, la educación solo es destinada para la nobleza, pero siempre he creído que todos deberíamos tener acceso a la lectura. Si vos carecéis de aquello tan básico como saber leer, serán fáciles de engañar. La ignorancia es una gran desventaja. Se puede aprender mucho con los libros.

La forma en como Eliana se expresaba, denotaba lo apasionada qué era, cuando algo le gustaba. Las mujeres se vieron entre sí dudosas, pero muy dentro suyo, no le gustaba la idea, que sus hijos tuvieran el mismo destino que ellas. Quizá puedan aspirar ser un escriba, administrador o hasta consejero. Todo era mejor que ser pobre y morir de hambre.

-Saber leer y escribir sería lo básico, más adelante, sería aprender a sumar y restar. Vuestros hijos dejarían de ser jornaleros, podrían llegar hasta trabajar para el rey. No sería fantástico.

El listón gris ©Where stories live. Discover now