Capítulo 1

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Julio de 2043, Palacio Real del Mundo Mágico

Si alguien buscara alguna vez a Severus Snape en el Palacio, sería en su laboratorio. Cuando el Rey vivía, encontrarían a Severus al lado del regente, pero dado que ya no estaba en este plano, Severus Snape pasaba sus días en su laboratorio de pociones.

Era un anexo más parecido a un enorme invernadero que al laboratorio que algunos de sus antiguos alumnos recordaban de su época de profesor, justo dentro de las lúgubres mazmorras del derruido castillo que alguna vez albergo a la escuela más importante de magia del Reino Unido.

Hogwarts había caído durante la Guerra Mágica de los Herederos y poco se pudo hacer para restaurar el castillo a su antigua gloria. En vez de eso, se creó una nueva escuela y el castillo quedo como un monumento, justo como en su momento había pasado con la casa de los Potter en Godric's Hollow.

Como fuera, Severus Snape estaba en su fastuoso laboratorio, que había sido un regalo del Rey antes de fallecer. Severus apreciaba el gesto y más cuando le proveyó el lugar perfecto para esta poción en la que estaba trabajando con tanto ahínco.

Si todo salía bien, muchas cosas iban a cambiar.

Severus había estado pensando en esto mucho tiempo, su chica favorita le había estado insistiendo en que debía hacerlo, más que nada para intentar, para saber si era posible evitar el horrible futuro que vivían. Entre los dos habían investigado hasta el cansancio por dos cosas muy importantes para evitar el futuro.

Ambas cosas ya habían sido resueltas, una antes que la otra, esta última había tomado demasiado tiempo y Severus tenía más de 80 años cuando por fin lograron, entre él y su chica especial, conseguir lo imposible: conseguir una forma de corregir todo.

Estaba todo listo, el caldero, la daga de plata, las runas talladas en madera de sauco, y finalmente, su propia vida. El ritual era algo complejo y su chica estaba lista para hacerlo.

—¿Estas segura de esto cariño? —Severus miro a la mujer y esta le dio una mirada de asentimiento.

—Ve y sálvalo, tu hija y yo te estaremos esperando, espero que en un futuro mejor—.

—Te quiero, ¿lo sabes? —Le dijo Severus depositando un suave beso en la frente de la mujer.

—Lo sé, me lo dices al menos 10 veces al día—Una niña de unos 5 años aproximadamente, entro en ese momento y abrazo a Severus.

—Papi, no te vayas—Sus pequeños ojos estaban llenos de lágrimas y casi hacen a Severus claudicar sobre su empresa.

—Tengo que, amor, pero prometo que volveremos a vernos—Su pequeña era su pequeño milagro y estaba seguro de volver a verla, pero en mejores circunstancias—Te lo prometo—.

Mientras Severus abrazaba a su hija, la mujer estaba tallando las runas en circulo en el piso alrededor del enorme caldero. Una vez hecho eso, la mujer le entrego la daga de plata a Severus en su mano.

—Confió en ti cariño, sálvalo—La mujer le dio un abrazo a Severus y un beso en la mejilla y lo dejo frente al caldero que empezaba a adquirir un color parecido a la plata.

Sin vacilación alguna, Severus se cortó la palma de la mano y deposito su sangre en la poción plateada recién preparada mientras su chica hacia lo mismo en el piso, las runas empezaron a brillar y empezaron a flotar haciendo un remolino alrededor de Severus y el caldero hasta que las runas tomaron posición alrededor del caldero y se fundieron con el metal. El caldero de hierro negro se convirtió en solido oro y Severus supo que el ritual estaba listo para el último paso. Severus se acercó al caldero y con cuidado se introdujo en él y empezó a recitar.

All Hail The Dark KingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora