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Valiente o estúpida

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Valiente o estúpida

Me siento en el suelo, junto a la cama. No saco nada con escapar, sé que Dim me alcanzará y me quitará la caja. Ocupo ese tiempo en leer tantas cartas como me dé el tiempo. De las represalias lidio después.

—Veamos... —murmuro abriendo la tapa de la caja— ¿dónde está la primera que te envié? Aquí está. Solo te escribí "Muérete, bastardo", veamos qué me respondiste.

Si las escribió pensando que nunca me las enviaría, deben ser bastante personales.

—Te juro por mi nombre, Cecilia, que...

—No me hagas meterte calcetas sucias en la boca, Dim —lo callo.

Rasgo el sobre que guarda la carta que Dim me escribió y nunca me envío. No tengo un abrecartas ni mucho tiempo para hacer cortes tan cuidadosos como los que Dim les hizo a mis sobres, pero el contenido no se ha dañado.

Al Muérete, bastardo, Dim contestó: "Estimada Cecilia"

¿E-estimada? ¡Cuánta seriedad!

Sigo leyendo:

Entiendo que ya te enteraste que no puedes enviarle cartas al cantinero, lamento que sea así pero podrías arruinar mis planes. —Obvio, porque al pobre le hicieron creer que me tenían secuestrada—. Centra tu atención en entrenar duro. Estoy impaciente por ver en quién te vas a convertir. Éxitos.

Hasta para escribir se comporta como un ser sin emociones. Doblo la carta, la devuelvo al sobre y con el clip lo uno al sobre que corresponde. No soy mala, le devolveré a Dim las cartas casi tal cual se las robé.

Lo escucho forcejear. La madera cruje ante sus movimientos. No puede romper los barrotes únicamente con la fuerza muscular, además, ya los revisé cuando me preparaba para dormir, es madera de la buena. Estaba acariciando la madera, pensando en que me gustaría cambiarle el color marrón por rosa o verde menta.

Abro el segundo sobre. El ruido que hace ahora la madera me produce un escalofrío. Miro hacia atrás por encima de mi hombro. Las manos de Dim están rojas de tanto forcejeo. El muy maldito está haciendo una fuerza que le lastima las muñecas y todo lo que le importa es soltarse.

No, no puede romper la madera. ¿Y el cinturón? Claro que no. Es de cuero, Dim no gastaría miles de dólares comprándose algo que se puede romper a tirones aunque su fuerza sea monstruosa.

Saco la carta del sobre. Detrás de mí, la cama se sacude violentamente. Asustada miro otra vez, una de las manos de Dim escapa del cinturón, luego la otra. Deja caer sobre la cama el cinturón rasgado a la mitad, la hebilla torcida se desprende del resto del material y a mí se me sube el corazón a la garganta.

Meto las cartas a la caja, me levanto del suelo abrazando la caja y hecho a correr, creo que lo hice todo al mismo tiempo. Siento a Dim cercándose.

Dejé la puerta de la habitación atrás, mi única escapatoria es el baño, puedo encerrarme ahí un tiempo, solo quiero leer las cartas, luego puede quitármelas.

©Con sabor a cereza y aroma a pólvora |+21|Where stories live. Discover now