10.

5.1K 594 149
                                    

Una bienvenida poco agradable

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Una bienvenida poco agradable

Mi departamento es monumental, blanco y con grandes ventanales que rodean todo el espacio. Tiene lo indispensable: una cama, dos sillones y una mesa de centro. La decoración corre por mi cuenta. Huele a pintura fresca, me pregunto cuándo Dim lo mandó a habilitar para mi uso.

Dejo el bolso en el suelo. Mis papeles y documentos sobre este y vuelvo al ascensor solo con la tarjeta negra para subir al departamento de Dim.

Seis segundos después las puertas se abren para darme acceso al piso 66. En el momento en que salgo y, antes de que las puertas se cierren automáticamente, noto que algo no está bien. Entonces un cuerpo pasa volando (literalmente) por mi lado hasta que se estrella con el pilar del ascensor (que vuelve a tener sus puertas cerradas). Giro, sobresaltada, para ver que se trata del doctor del Ruheturm.

Por un momento me da la impresión de que está inconsciente —y pienso en eso porque todavía soy reacia a creer que las personas que conozco mueran de un momento a otro—, pero en seguida lo veo intentando incorporarse.

Caigo de rodillas frente a él y le tomo la cara amoratada. No tiene múltiples heridas, solo una que le rompió la piel del pómulo izquierdo, donde está empezando a inflamarse y seguramente para mañana no podrá ver por un ojo. No lo puedo creer. Si me hubieran preguntado, habría dicho que no creo que un cuerpo vivo pueda salir volando por un puñetazo en la cara porque solo por la fuerza del impacto le habrían fracturado el cráneo.

Giglio me mira. No me reconoce o ya me habría dado un manotazo para quitar mis manos de su existencia tan valiosa. Busco al causante de esto por encima de mi hombro. No imaginaba a Dim así de agresivo, él no parece ser del tipo que usa la fuerza física, él tiene el poder en las armas y en sus órdenes. Estaba convencida que sus trabajadores eran importantes para él.

Mis ojos no se cruzan con los inexpresivos ojos de Dim, sino con unos de color ámbar que chispean con orgullo por sus capacidades físicas. A este lo conozco. Su imagen me provoca un escalofrío.

Vuelvo mi atención a Giglio cuando lo siento moverse. Quiere levantarse pero el mareo no le permite ni siquiera levantar la cabeza.

—¿Cómo es posible que Dim permita que te hagan esto? —le pregunto.

—¿Cherry? —gime el doctor—. Quién más haría preguntas estúpidas. —Giglio me da un fuerte manotazo para sacar mis manos de su cara—. Dim no está aquí para dar sus órdenes. Este tipo está al mando de Ruheturm.

—¿Qué dices? —gimo.

—Hace un año, Dim se entregó a la policía por un crimen que no estaba planeado, le dieron condena por 12 años. No sé qué pasó, pero sé que tú eres la culpable de todo. Sabía que acabarías con Ruheturm.

—Qué rayos... ¿Cómo que...? ¿Qué Dim está...? No...

Siento los pasos del otro hombre. Me levanto con ímpetu. Él se detiene, sonriendo tan bonito como la vez que nos conocimos. Su sonrisa cínica me provoca nauseas.

©Con sabor a cereza y aroma a pólvora |+21|Where stories live. Discover now