CAPITULO 10

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   *⁠.⁠✧ CAPITULO 10: LA PRISIONERA DEL TEMPLO.

    Alec iba a ser ejecutado en cinco noches, al alba. No sentía nada hacia eso. Una parte de mí había muerto cuando él asintió con la cabeza en aquella celda. Lo único que sentía era un vacío. Una completa oscuridad creciendo dentro de mí, como si fuera absorbiendo mi luz poco a poco hasta que solo quedara oscuridad.

   La atmósfera del templo estaba cargada de solemnidad y misterio mientras mi madre y yo avanzábamos por los pasillos, explorando cada rincón de este lugar sagrado. A medida que nos adentrábamos más en el corazón del templo, me encontré observando los altares dedicados al Dios de la Guerra y la Paz, Drakkaron, con una mezcla de reverencia y temor. También varias esculturas con los dioses del Amor, la Caza, la Sabiduría, el Tiempo... Las llamas danzantes en los candelabros proyectaban sombras inquietantes sobre las imágenes talladas del dios, recordándome su dualidad como símbolo tanto de destrucción como de paz.

   Mi madre me llevó ante la imponente presencia de la Suma Sacerdotisa, cuya mirada fría y distante me hizo estremecer. Mientras ella y mi madre intercambiaban palabras en voz baja.

    —Beatrice, esta es la Suma Sacerdotisa —anunció mi madre, rompiendo mis pensamientos.

   —Es un honor conocerte, Suma Sacerdotisa —dije, tratando de ocultar mi desdén por estar allí.

   La Suma Sacerdotisa me examinó con una mezcla de desprecio y autoridad, como si pudiera leer mis pensamientos más oscuros con solo mirarme.

    —Bienvenida al templo, Beatrice —dijo con una voz helada—. Aquí, solo hay un camino: el servicio a Drakkaron. Espero que lo entiendas. Si no, estás acabada — perfecto.

   Asentí en silencio, sintiendo el peso de las expectativas que se cernían sobre mí. La Suma Sacerdotisa continuó explicando las normas y deberes del templo:

    — No se permiten relaciones románticas, tú único amor debe ser para el Dios de la Guerra y la Paz, Drakkaron; vuestras tareas deben ser realizadas con devoción y diligencia; y es tú responsabilidad mantener unida a la comunidad que acude al templo en busca de orientación y protección — estaba impaciente por comenzar.

   Cuando mi madre se despidió y se marchó, me encontré sola con la Suma Sacerdotisa, quien me condujo a las habitaciones de las sacerdotisas. Me indicó una pequeña cama entre las veintiséis que alineaban la habitación, donde las otras veinticinco sacerdotisas dormían en fila. Me sentía como una verdadera intrusa en este espacio sagrado, ajena a la comunidad que allí residía.

    — Mañana empezarás con las tareas y te explicarán todo —anunció la Suma Sacerdotisa con autoridad antes de retirarse, dejándome sola con mis pensamientos y temores.

Cuando se fue, me recosté en la estrecha cama, sintiendo la presión abrumadora de las expectativas y responsabilidades que pesaban sobre mis hombros. Aunque me resistía con todas mis fuerzas a aceptar mi destino como sacerdotisa, sabía que no podía escapar de las ataduras que me unían a este lugar sagrado y a mi servicio a Drakkaron. Con el corazón lleno de dudas y temores, cerré los ojos y me sumergí en un sueño intranquilo, preguntándome qué depararía el futuro y si alguna vez encontraría la libertad que tanto anhelaba. Pero había una cosa que tenía clara, era la prisionera del templo.

La Prisionera Del Templo.Where stories live. Discover now