¿Quien manda o quien será mandado?

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Capítulo 2

Abran esa puerta” —las palabras retumbaban en mis oídos como ecos—. 

—¿Quién era la Policía Ministerial? 

—¿La Procuraduría Estatal ya había llegado aquí?

Era una pesadilla. Los ecos de la voz de aquel policía parlante que nos daba órdenes retumbaban en mis oídos. Los ojos de Jazz pasaban de hacer lo siguiente: voltear, sonreír, voltear, verme nerviosa, ver la cara, volverla a voltear, abrir los ojos, volverme a mirar y ver el piso de nuevo, así una y otra vez. Hasta que, por fin, con la respiración agitada, pareció capaz de soltar las primeras palabras que le venían por la boca.

—Mau —dijo con voz áspera—, ¿qué vamos a hacer?

Mientras tanto, yo sentía cómo mi cuerpo flaqueaba, mi alma se desprendía y las pocas fuerzas para razonar se iban. Tenía miedo por los niños, por mi compañera y hasta por mí.

—¿Qué iba a pasar?

Y de la nada, mi mente decidió entrar en bucle y fue como si el tiempo se detuviera.

Todo continuó de manera normal. Jazz llegó a las 5 y, para entonces, yo había hecho un huevo con jamón y un licuado de plátano. Jazz llamó a la puerta mientras yo me encontraba viendo el río. Jazz vestía una camisa blanca y un pantalón negro.

—Hola Mau, gracias por cubrirme.

—No hay problema, tuve que hacer un pago y solo pude ir al banco hoy. Por la universidad no puedo, ya sabes, tareas y eso.

—No hay problema. He podido sobrevivir —me reí—. Qué bien se defendió ella. ¿Andrea dejó novedades?

—Solo que Juan es muy intenso y provoca muchas peleas.

—Pobrecito, no sabemos por qué habrá pasado.

Jazz y yo éramos amigos de universidad. Los dos éramos psicólogos sociales y teníamos el mérito de ser parte de los tres que sobrevivieron en esta carrera. Así que ambos hicimos el servicio en Renacer y poco después nos quedamos a trabajar. Caminamos hacia la enfermería, dejando la mochila sobre la camilla.

—Hola niños —saludó, agitando la mano, dejó sus cosas sobre la mesa para después acomodarse en la sala para vigilar a los niños.

Mientras tanto, Jazz y yo solíamos aprovechar este tiempo para ponernos al día, ya que entre la escuela, su novio y, sobre todo, su familia, a la cual era muy apegada, hablábamos muy poco. Yo divagaba entre mis pensamientos cuando Jazz tocó mi hombro para así llamar mi atención. Nos movimos a los sillones más alejados.

—Mira —susurró—, está tan quieto, ni parece él, parece un angelito.

—Ahora porque está drogado. Andrea comenta que esta semana ha sido de peleas, pues ya creo habértelo comentado —asentí con la cabeza—. Pero parece ser que Andrea se quedó corta, pues según Rubén, hasta la aventó y su cuerpo chocó contra la barra.

La cara de Jazz pasó de alegre a una de horror. Entre pláticas se nos fueron las dos horas que nos faltaban para la cena y a las 7:30 los niños cenaron sonrientes, algunos pedían su segunda ración.

—Juan, ¿me regalas más por favor? —agregó el niño mientras Mau servía su segundo plato.

Logré ver que Jazz lo miraba de reojo con algo de intriga, ella solía ser observadora, yo era hablador y parlanchín.

—Increíble —gruñó—, solo la comida lo mantiene quieto.

Todos terminaron alrededor de las ocho, dejando su plato en la barra y pasaban a la sala. Pero al llegar el turno de Juan, dijo:

PROHIBIDO SEGUIR  AL CORAZONWhere stories live. Discover now