hablemos de noche

59 26 0
                                    

Capítulo  6

Mau gritó Yasmín corriendo hacia mí. Tenía 4 años en esta carrera de psicología. ¿Cómo era que yo me había hecho amigo de dos chicas? Fernanda era la recia del grupo, seria, tímida y broncuda cuando la buscaban. Y Jazmín era todo lo contrario, pacífica, alegre y con una energía descomunal. Corrió bajo las escaleras, corrió tanto que por el momento creí ver a una niña pequeña sentarse en el barandal.

—Mauro —gritó otra vez—, ¿dónde estabas en clase?

—Tuve algo que entregarle al maestro, por eso me quedé.

—¿No te has dado cuenta que tenemos que comenzar las prácticas lo más pronto posible? La maestra ya nos dijo que si no son ahora, no alcanzaremos a cumplir en los meses que los pide.

—Jaja. ¿Y qué quieres, a dónde quieres que busquemos o qué? —le dije.

—Pero el punto es que somos los únicos psicólogos sociales que quedan en la carrera. Los demás han desertado, han bajado del barco porque dicen que no es fácil conseguir carrera con este título.

—Sí, ya lo sé —lo miré con los ojos hacia los lados—, todos los demás son psicólogos pedagogos, psicólogos clínicos. Pero, ¿qué quieres que hagamos?

—Tenemos que encontrar grupos de gran cantidad para poder dar terapia de grupo, que es donde nos desempeñamos. Tenemos que demostrar que todavía se puede y que sí es rentable —dijo Fernanda, algo mordaz.

—¿Sigues con esa misión de cumplir nuestros sueños? —dijo ella con más sarcasmo todavía.

—No es cumplir nuestros sueños, tenemos que practicar y ¿qué mejor hacerlo con grupos grandes?

—¿Okay, les parece si vamos al barrio San Miguel? Hay un asilo de ancianos.¹

—Okay, será excelente —dijo Fernanda, más seria—. Grupos, y ¿qué mejor que viejitos?

—No, qué fantástica idea, Mauro —dijo burlándose de mí—. ¿Quieren ir o no? Jazz quiere grupos y es el único que conozco.

—Está bien, vamos. Pero, ¿cuándo vamos a pedir informes?

—El viernes por la tarde, ¿les parece? O sea, mañana tenemos que hacer el servicio social, si no nos graduaremos.

—Sí, sí, Fernanda, sí —le dije algo sarcástico.

—Okay, yo los dejo —parejita del año—. Ya te hemos dicho que no somos nada.

—Sí, pero no quita que lo van a terminar siendo —dijo ella con más sarcasmo—. Todavía no burles.
—Okay, yo me largo, Fernanda que lo diga está más loca —dijo Jazz jalándome a una de las bancas de la cafetería.

—Mau, tal vez debería...

—No sé, no, Jazz —dije retirando mi mano que tenía sobre su hombro—, ya te lo he dicho, yo no quiero pareja.

—No estoy diciendo que sea yo. Podemos ser amigos, pero podría presentarte a varias —no volvió a decir él.

Mauro y yo habíamos convivido como psicólogos sociales y como bien lo dije, habíamos sido los únicos que habíamos sobrevivido a la carrera junto con mi compañera, pero en estos cuatro años jamás le conocí una novia en la escuela. Se rumoraba que era gay o bisexual, era lo que usábamos la mayoría para describirlo. Se mantenía en silencio, no daba explicaciones, era educado y buen portado. Era listo en matemáticas y era algo inteligente, pero siempre mantenía su vida personal bajo un candado. Yo no estaba enamorado de él, pero quería verlo feliz. Yo tenía novio, todo era bueno con él, pero no sé, cada vez que veía a Mauro, me daban unas ganas inmensas de protegerlo, pues me hacía sentir la necesidad de abrazarlo o de hacerlo sentir bien. Muchas veces traté de conseguirle una pareja, pero no se pudo. La universidad rumoreaba que era gay. La verdad se lo cuestioné en dos ocasiones, pero fue un rotundo no. Luego supe que no lo era una tarde que lo descubrí con una rosa roja y la foto de una mujer. Le cuestioné y le dije que ninguna mujer merecía sus lágrimas, pues lo había visto llorar en los rincones. Me dijo que no me metiera y no hizo más que continuar como si nada. A partir de ahí, no volvió a mencionar temas del amor, ni siquiera me permitió presentarle a alguien o sacarlo a citas. Lo invitaba a cafés, mi novio le presentaba mujeres, las veía, decía lo bonitas que eran y era obvio que el género convencía como algo sabía que no era gay. La forma en la que miraba a Fernanda o a mí en ciertas ocasiones, me hacía sentirlo. Pero sí había algo en él que le impedía meterse en el amor, pero algo más fuerte que sobre todo, le impedía meterse con el género femenino.

PROHIBIDO SEGUIR  AL CORAZONWhere stories live. Discover now