Te he soñado

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Capítulo  8

Estoy en el patio, la observo. La veo salir de la habitación despeinada y sin zapatos. Sube la rampa. Comencé a leer ante mi conferencia de locos fanáticos. Están emocionados. Sé que es una forma rara de comenzar, pero ya ven, soy lo que divagaba por mi cabeza. Así que solo seguí murmurando entre dientes: "Aquí estoy", hasta que al fin, el estúpido gobierno de México me dio respuesta y sigo sin entender por qué me torturaron meses. Increíble. Ya era mayo, dos malditos meses para tomar mi custodia. Maldije entre dientes y de la nada mi estúpido cerebro me dijo: "Regresa, lo que verás puede que cambie tu vida". Y sí que lo fue, murmuré. Pero volvamos al pasado, aún es muy pronto para que lo sepan, pensé. Regresé del viaje entre mis pensamientos gracias a los toquidos al espejo de plástico que eran provocados por una mano blanca, ni delgada ni gorda, una mano muy fina y podría decir hermosa.

—Chicos, ¿no les parece estúpido el hecho de que esta mujer se enamore de una mano? —no gritaron "amamos tu libro", fue amor a primera vista lo que vivió Camila —aclamaron y una risita salió por el micrófono, y se escuchó un sonido que retumbó por el centro comercial.

Sentí unas manos alrededor de mi cintura, volteé apresurada. Se atrevió, pensé. O sorpresa, una fanática con un cartel rosa con letras doradas que decía: "Preséntanos a Katherine Pierce Rosas, la depresiva con nombre gringo" —recordé.

—Ya es hora —gritó— llevas un libro completo y una película basada en él, y ahora nos lees el primer capítulo del mismo libro para promocionar su serie, y nos vas 0 —dijo mientras los de seguridad la sostenían, hincada en el piso.

Mi representante me hacía señas, no sabía si era para que contestara a la pregunta suplicante de la fanática o para que fuera hacia ella. Al ver que no entendía sus indirectas, subió hasta el escenario donde me encontraba y me susurró al oído:

—Katherine se intentó suicidar otra vez, parece que tomó pastillas. Me habló su productor y me dice que no llegó a grabar.

Agaché la cabeza hacia el piso, pero tranquila, está en casa. Parece ser que está bien, fue igual que las otras veces —dijo, y las lágrimas salieron sin más. Me olvidé de la fanática y del hecho de que estaba enfrente de mi público, y sobre todo de la voz de Lucero que me explicaba la situación. A cambio, llegó la penumbra del silencio, pero por primera vez desde hace mucho tiempo, la razón pudo más que el corazón y de la nada me reconecté. Fue como si mi cabeza o yo misma dijera: "Camila, conociste primero a Katherine".

Con sollozos me di cuenta que la chica me miraba atentamente. Volví hacia mi hombro así pues y le dije a Lucero:

—¿Por qué amo a esa estúpida de Katherine Pierce?

—Lo siento —dijo y volteó al público como si estuviera a punto de decir algo.

Solté un sollozo mientras pedía que dejaran que la chica se pusiera de pie y hice una señal con los dedos para que la soltaran.

—Mis odios volvieron en sí —escuché un alboroto entre mis oyentes.

Levanté la cabeza, entonces vi a Lucero tratando de traer calma. Creo que entre balbuceos decía algo como esto:

—Camila tendrá que cancelar la conferencia, como pueden ver se siente mal.

Fue entonces que capté que entre los sollozos me había resbalado de la silla y había terminado sentada en ese piso de aquel escenario, y me encontraba atrás de Lucero, quien estaba al filo tratando de inventar una buena excusa para que yo lograra escapar.

Estaba tan concentrada que no pudo notar que mientras tanto una fanática la derrumbaba empujándola al escenario.

—¿Por qué llora? —gritaban mientras trataban de atravesar su cuerpo para llegar a mí.

PROHIBIDO SEGUIR  AL CORAZONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora