Capítulo 3.

48 10 3
                                    

Corremos sin aliento por las calles del pueblo, el sol del mediodía golpeando nuestros rostros mientras buscamos desesperadamente un lugar donde refugiarnos. Finalmente, encontramos un callejón tranquilo donde podemos tomar un respiro.

—Necesito hacer ejercicio.

Todas reímos para aliviar la tensión. Lo que acabamos de hacer es peligroso, pero ninguna podría está ahí, nos iban a dañar más.

—¿Cuanto falta?

Elena saca un celular pequeño de su mochila y revisa unos mensajes.

—Esperemos aquí. Nos vendrá a buscar.

Elena sonríe contenta. Sus trenzas la hacen ver dos años menor, lleva una remera con una palabra en inglés y unos jeans desgastados.

—¿Por qué nunca escapaste si tenías la oportunidad?

—Porque ustedes son mi familia.

—Elena.

—¿Quien me querrá con una marca en la cara? ¿Eh? Nadie Lío. Nadie desea elegirme.

—Eres hermosa.

—Lo dices porque acabo de darte mi alfajor.

—Tambien. La apariencia es solo un extra tuyo, cuando te conozcan realmente no querrá soltarte.

—Ojala —susurra —ya come antes de que te regañen.

—¿Que sucede?

—Nada. Quiero quitarme este horrible vestido.

—Pareces una muñeca.

La empujo suavemente, y el chillido de un auto nos hace girar la cabeza. Toso cuando levantan una nube de polvo en el callejón. Un joven alto, con el cabello oscuro alborotado por el viento, sale del vehículo y nos mira con una sonrisa tranquilizadora.

—Soy Santiago. Me dijeron que tenía que recoger a cinco bellas mujeres —dice con un guiño.

—Mejor cierra la boca —le responde Elena, aunque no puede ocultar una sonrisa.

—Elena, el amor de mi vida —dice él, provocando una risa entre nosotras.

—Que te he dicho —Elena finge estar molesta, pero sus ojos brillan con afecto.

Él suelta una risa.

—Anda, suban —nos anima.

Nos apresuramos a entrar al auto, y en cuanto estamos adentro, Santiago pisa el acelerador. El paisaje urbano se desvanece rápidamente, dando paso a la exuberante vegetación del bosque que rodea el pueblo. A través de la ventana, observo los árboles pasar en un borrón verde. Siento una extraña atracción hacia el bosque, como si algo o alguien me llamara. Por un momento, la idea de detenerme y explorar ese llamado silencioso me tienta, pero me mantengo firme en mi asiento.

Santiago parece notar mi inquietud y me ofrece una sonrisa.

—Es normal sentirse así cerca del bosque —comenta—. Hay leyendas que hablan de espíritus antiguos que residen entre los árboles.

—No la asustes —Elena lo golpea en el brazo.

—Auch, solo es un comentario. Y no golpeas al conductor —se queja Santiago, fingiendo dolor.

Letty, Daniela y Sofía se mantienen en silencio, mirando por la ventana. Yo tengo a Elena en mi regazo, quien habla con Santiago, su voz suave pero firme.

—¿Y qué hay de las leyendas del pueblo? —pregunto, curiosa sobre nuestro destino.

—Ah, esas son aún más interesantes —responde Santiago, su tono lleno de misterio—. Pero tendrán que esperar a llegar para descubrirlo por ustedes mismas.

LioraWhere stories live. Discover now