Yo soy Sarada

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Sarada miró a su madre con la ceja alzada. No podía creer que de verdad tuviera que portar esa corbata roja para asistir a una reunión en casa del hokage. No le importaría en lo absoluto de no ser porque Bolt e Inojin solían burlarse de su aspecto y no le estaba permitido golpearlos o pulverizarlos con el jutsu bola de fuego que su padre le enseñó un par de meses atrás.

- No me mires así, hija. - pidió Sakura con una sonrisa traviesa. - Incluso tu padre dijo que tenías que verte elegante. Conoceremos a un clan estupendo... o lo que queda de él.

- ¿Y? - cuestionó Sarada acomodándose la molesta corbatita. - ¿Qué tiene de especial? Ya conozco varios clanes y ninguno me agrada.

- Forman parte de una leyenda que nos contaban a Itachi y a mí cuando niños. - respondió Sasuke recargado en la puerta, apoyándose en un solo pie. - Son muy poderosos, aunque parece ser que ellos no lo saben. Quiero pedirte, Sarada, que ignores a los chicos que quieran molestarte, no quiero que los Uchiha armemos un escándalo frente a esas personas. Mi intención es vigilarlos y descubrir si ocultan algo.

Sarada desvió la vista hacia su padre. Hizo una mueca de molestia, la misma que él hacía cuando Itachi le negaba algo. Parecía que Sasuke en verdad creía que ella era impulsiva - en realidad, sí lo era - y eso le desagradaba. Esos niños se ganaban a pulso cada golpe recibido, no era culpa de Sarada que carecieran de materia gris en el cerebro.

No obstante, prometió no caer en las provocaciones de sus compañeros. Ya llegaría el día en que ella demostrara que era superior a esos dos en cualquier ámbito. No le importaba qué tan importante fuera el padre de Bolt, ni el nivel artístico de Sai, Sarada aseguraba que los genes no tenían nada que ver y ella lo demostraría. Sería la ninja más importante de Konoha y se daría a conocer como Sarada, no como la hija de Sasuke Uchiha y Sakura Uchiha.

Para su madre era muy importante el hecho de llevar el apellido Uchiha, como si eso la convirtiera en un ser supremo. Sarada sabía que lo que hacía de un ninja algo excepcional, no era el clan, sino las experiencias. Eso lo había aprendido de todo lo que había leído y escuchado de Sakura y Lee Rock. Ambos habían pertenecido a una familia casi ignorada en Konoha y en la actualidad se les trataba como dos ninjas absolutamente poderosos. El mérito lo obtuvieron sólo por su esfuerzo y dedicación.

Sarada planeaba hacer lo mismo. No le importaba el símbolo que cargara en la espalda o el parentesco que tenía con dos miembros del legendario equipo siete, ella era diferente, era Sarada, la que pondría la diferencia.

No escuchó la conversación de sus padres, no le interesaba saber el procedimiento por el cual los Kurogachi habían llegado a la aldea. Mucho menos le importaba lo que el tal Yūyin pudiera ofrecer. De nuevo, sólo hablaban del clan, no de los individuos en él.

Los tres se detuvieron al pie de la entrada de la casa Uzumaki. Parecía como si Hinata y Naruto hubieran preparado su casa para un festejo infantil. Los globos y el confeti se podían ver en cualquier lado de la casa. En el comedor había una enorme fuente de vidrio en forma de media luna que desentonaba por completo con la decoración.

- Estúpido Naruto, ¿ahora en qué demonios está pensando? - preguntó Sakura tras entrar a la casa.

- Hmph. No me sorprende, sigue siendo un perdedor. - respondió Sasuke imitándola.

Sarada se adelantó para buscar con la mirada a los Uzumaki, pero no vio un rastro de ellos. Algo andaba mal ahí.

- ¿Llegamos demasiado temprano, Sasuke-kun? - cuestionó Sakura siguiendo los pensamientos de su hija.

- No lo creo, Naruto come a esta hora, normalmente. Me pregunto...

Su frase quedó interrumpida por unos gritos infantiles que venían del piso de arriba. Sarada resopló; por un momento creyó que Bolt podría comportarse tan siquiera un día en su vida.

Los tres cuarzos (Longfic SasuSaku/Familia Uchiha)Where stories live. Discover now