Capítulo Ocho.

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Me despierto abruptamente por el ruido. Mi cuerpo se tensa y me tambaleo cuando intento ponerme de pie.
¿Me dormí?
Observo la habitación y me centro en el cuarto de baño. De allí vino el ruido de algo cayendo al suelo.

Me acerco con prisa y pego la oreja a la puerta. Sólo se escucha el sonido del agua, ese chico debe estar tomando una ducha o limpiando las heridas.
¿Cuánto tiempo pasó?

Respiro profundo y me siento a un lado de la ventana. Está oscuro y sólo entra la luz proveniente de la calle. La casa está en silencio, ¿dónde habrá ido su familia?

La puerta se abre y volteo a verlo. El chico Rousseau sale a paso lento, sólo lleva puesto ropa interior y en su mano hay varias vendas. Lo observo con atención, su cuerpo es delgado y en estos momentos su piel está llena de marcas, sus piernas, sus brazos, su estómago, no hay lugar libre de aquellas heridas.
Me ignora por completo y se sienta en la cama, comienza a colocarse una crema para luego poner las vendas. Su rostro está lleno de banditas y aún así logra verse el morado en uno de sus ojos.

Me acerco con cautela y freno al notar que tiembla, se inclina hacia atrás y me mira con miedo.

-¿Tienes hambre? Puedes comer y luego irte, la familia Müller debe estar buscándote.- termina de colocar la venda en su brazo lastimado. Parece una momia envuelta.
Se levanta soltando un par de quejidos y se viste con ropa holgada. Rodea su vientre con un brazo y camina chueco hasta salir de la habitación.

Lo sigo, manteniendo cierta distancia. Llegamos a la cocina y él enciende todas las luces de la casa. Ahora puedo verlo con más detalle y se ve peor.
Saca un trozo de carne de la heladera y comienza a prepararlo. Me siento y espero paciente a que termine, no tengo tanta hambre.

-Aquí tienes.- deja el plato en el suelo y me sonríe con pena.
-Perteneces a los Müller ahora, de seguro la comida es mejor allí. Te llevaré cuando termines.

Mi mirada no se despega de su cuerpo, eso parece ponerlo nervioso, ya que aclara su garganta y se endereza. Busca y agarra algunos productos de limpieza y va hacia la sala.

Miro el plato y parpadeo de forma lenta. ¿No comerá?

-Oye, ¿por qué no estás comiendo?- el chico regresa y guarda las cosas.

Sacudo mi cabeza.
¿Cuánto tiempo estuve mirando el plato?

-Llamaré...- sus palabras se cortan por el ruido de la puerta. Sus manos comienzan a temblar y su rostro, que estaba rojizo, se torna pálido. El miedo se refleja en sus ojos y me mira con desesperación.

-¿Qué haces aquí?

-Papá, te lo dije. El fenómeno salió del sótano sin tu permiso, hasta trajo a ese animal aquí.

Desvío la mirada del chico y me encuentro con el hombre que salió de la casa hace unas horas. Daniel está a su lado y mira a su hermano con desprecio.

-¿Hablaste con ese viejo? ¿Por qué la mascota de los Müller está aquí?- el hombre se acerca al chico, quien baja la cabeza y niega.

¿Está hablando de mi abuelo?

-¿Es de esa familia?- Daniel mantiene la distancia. El hombre señala a mi costado, ahí es donde está escrito mi apellido. Mamá cambio el arnés por otro más cómodo y puso el parche con eso escrito.

-Oye.- agarra al chico del brazo y lo obliga a levantar la cabeza. La mano del hombre se eleva y antes de que pueda golpearlo, una mujer entra.

-Tenemos visitas.- su tono es serio y relaja su rostro cuando mira a Daniel.
-Dany, me enteré que eres amigo de Gabriel Müller. Me alegra que tengas amigos.

Black Wolf.Where stories live. Discover now