Capítulo 1

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Era la primavera de 1898, un día cualquiera a media tarde en una ciudad de gran renombre en España. Una de sus calles más importantes, el Paseo de los Lirios no tiene mucho trasiego a estas horas, las chocolaterías y cafeterías se preparan para recibir a los vecinos para la hora de la merienda. La Primorosa, la chocolatería más importante del paseo, ya está recibiendo a sus primeros clientes que salen de misa o regresan del trabajo y su propietaria, la señora Naiara Moreno les recibe con una sonrisa y con salero les va trayendo sus pedidos.


En el edificio principal, el número 27, la señora Violeta Hódar termina de arreglarse con la ayuda de su criada Blanca para acudir a la La Primorosa a merendar con sus vecinas y amigas. En este instante se encuentra sentada y vestida con una blusa con encajes blanca y una larga falda verde oscura mientras Blanca trenza su pelo para hacerle un recogido.

-Blanca, ¿sabes si el señor acudirá a cenar? -Preguntó tranquilamente mientras se colocaba joyas de gran valor en el cuello, las muñecas y en los dedos.

-No señora. -Respondió simplemente mientras acababa el recogido.

Violeta maldijo por lo bajo, hoy era un día importante, necesitaba hablar con su marido cuanto antes y no sabía a que hora regresaría del trabajo. Lo más probable era que regresase a la hora de cenar y por ello necesitaba que fuese puntual, para que pudiesen hablar.

En ese preciso instante la puerta del piso se cerró dando a entender que el señor había regresado.

-Blanca, recibe al señor y dígale que necesito hablar con él.

Blanca acabó de colocarle el tocado a su señora y salió de la alcoba para ir a recibir al señor.

-Señor, déjeme que le coja el sombrero y la chaqueta. -Ofreció Blanca con una sonrisa.

Él le dio su chaqueta y el sombrero y antes de que pudiese encaminarse hacia el salón Blanca le paró.

-La señora me ha pedido que le diga que le está esperando en la alcoba, tiene que hablar con usted.

-Gracias Blanca, prepárame una copa de coñac y déjala en la mesita del salón.

Blanca asintió y tras dejar las pertenencias del señor colgadas en el perchero desapareció por la puerta que daba al salón.

En la alcoba, la señora aguardaba impacientemente a su esposo mientras se retocaba el maquillaje. Unos toques en la puerta le avisaron de que él iba a entrar y se puso en pie.

-Por fin regresas. -Dijo Violeta mientras su esposo se acercaba a ella para darle un beso en la mejilla.

-He tenido mucho trabajo.

-Podrías haber mandado aviso para que me quedase más tranquila.

Ambos se miraron durante unos instantes y echaron a reír.

-Vio, por favor deja de hacer como si fueses mi esposa. -Pidió él entre risas.

-Juanjo, soy tu esposa ante los ojos de Dios.- Dijo Violeta seriamente.

Pasaron unos segundos y ambos rieron más fuerte que la vez anterior.

Cuando terminaron de reírse, Violeta fue a abrazarle a modo de saludo y este lo correspondió con una sonrisa.

-¿De qué querías hablar?

-¿Te has enterado de que tendremos nuevos vecinos? -Dijo la pelirroja mientras se paseaba por la alcoba.

-Sí, eso me ha parecido oír, ¿se sabe cuándo llegarán? -Preguntó Juanjo con curiosidad.

-Se supone que hoy... -Sonrió pícara.

Lirios (kivi)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant