I.

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Perla tras perla adornaba sus cabellos rubios, colocando un poco de rubor sobre sus mejillas y pellizcandolas para obtener un mejor tono. Con una última sonrisa terminó de arreglarse para su recital, estaba ansioso por llegar a la hora en la que se presentaría.

Protagonizaría el sueño de una noche de verano, se había estado preparando todos los días para pulir todos los pasos. Era un día especial, porque aparte de ser el protagonista recibiría la visita de su amado.

Jungkook llegaba hoy del norte, después de un mes en la base militar del norte cumpliendo sus obligaciones como uno de los oficiales, volvía para verle. Estaba ansioso por encontrarse con sus ojos mientras bailaba sobre el escenario, siempre se sentía mágico.

Desde que comenzó a amar a Jungkook se sentía en un cuento de hadas en donde no faltaba aquella magia que lo hacía tan especial. Agradecía todos los días por este amor tan inmenso e infinito que le había abrazado desde aquella cosecha.

“Joven, su madre y su padre lo están esperando, el coche ya llegó.” Tras un pequeño toque la ama de llaves le aviso que esperaban por él.

“Gracias.” Respondió con una sonrisa.

Se levantó de su silla y dio una vuelta para asegurarse que todo estuviera en el mejor lugar. Estaba impecable, desde su maquillaje hasta su atuendo. Pasó una de sus manos por su cabello para asegurarse que las perlas no salgan volando a la hora de bailar, pero estaban seguras en su lugar. Al hacer el movimiento el anillo de promesa sobre su dedo brillo por la luz y Jimin sonrío como un tonto, sus mejillas se enrojecieron y no pudo evitar besar la joya que su novio le había obsequiado en su primer aniversario juntos.

Esperaba pronto tener un anillo de compromiso sobre su anillo de promesa, estaba seguro que así pasaría, las almas gemelas tenían que estar juntas por siempre. Y eso pasaría.

Eso deseaba con todo el corazón.

“¿Él vendrá?” Preguntó su padre tomándolo del brazo.

Lástima que no todos desearan que su vida se uniera para siempre con la de Jungkook, su familia no deseaba eso. Y cada día le lastimaba más, porque una vez creyó que ellos estarían felices de haber encontrado el verdadero amor, pero no fue así.

Y al principio no lo comprendió, Jungkook era todo lo que sus padres habían buscado para él, era ese príncipe que podría darle todo lo que quisiera y mantener su estilo de vida. Pero a la vista de sus padres, Jungkook no era más que un traidor de su clase, un falso que consiguió todo a base de robos.

El gobierno del padre de Jungkook iba en contra de los intereses de la clase de Jimin, se había hecho todo para impedir su paso a la presidencia de su país y al no conseguir nada solo se creó un fuerte resentimiento a la familia Jeon. Porque eran traidores, porque eran ladrones y unos incultos.

Por eso cuando Jimin apareció de la mano de Jungkook en su casa, su padre por poco y tiene un infarto. Su único hijo omega queriendo unirse al traidor, no podía ser. Y no sería.

Porque ni en mil años aceptaría aquel noviazgo que sabía que solo le traería muchos problemas a su hijo, pues los días de los Jeon en la casa presidencial estaban contados.

“Si, él vendrá.” Asintió sonriendo, tratando de demostrarle por milésima vez que era muy feliz al lado de Jungkook. Pero a su padre no le interesaba, por él, prefería ver infeliz a su hijo antes de que esté con él.

“Vamos.” Ordenó, tomando a su hijo del brazo y caminando al lado de su esposa.

En silencio la pequeña familia iba al recital de su hijo menor, sin ninguna charla de por medio y mucho menos sonrisas que podrían plasmarse en un lindo recuerdo para la longevidad. Siempre era así, todo muy gris.

Las rosas hurtadas ; km omegaverseWhere stories live. Discover now