28

260 54 36
                                    

La mente de Horacio estaba en blanco mientras analizaba el desmejorado rostro de aquella mujer por la que tantos años se había culpado de su muerte.

Su muerte.

Le habían expulsado del Arca, aquello significaba el final de cualquiera, a no ser que el expulsado resultara ser un inmune. Pero su madre no era inmune, era una radioactiva.

Las lágrimas resbalaban silenciosas por las mejillas del menor, todavía en shock mientras procesaba lo que veía. Ella también parecía llorar por el gesto en su rostro, pero apenas era capaz de emitir ningún sonido. Probablemente sus cuerdas vocales estuviesen inflamadas y afectadas por la radiación.

De un momento a otro, su madre extendió los brazos en busca de confirmar que aquello no era un sueño.

—¡Horacio!— se escuchó de pronto a unos metros de donde estaban— ¿Qué coño haces? ¡Levántate!

Para cuando Volkov llegó y vio la escena, su corazón se paralizó. Bajó el arma con la que estaba a punto de disparar a aquella radioactiva, y llevó su mano al hombro del menor con el fin de sacarle del trance.

—Horacio, tenemos que salir de aquí.

Se agachó con rapidez para recoger la pistola que el de cresta había dejado caer y, posteriormente, comenzó a tirar de los hombros del joven para levantarle del suelo.

Horacio tan solo se dejó hacer, sin quitar la vista de aquella mujer que estiraba los brazos desesperada mientras soltaba lastimeros gemidos.

—Mamá...— volvió a repetir, a medida que Volkov le iba alejando cada vez más de la escena.

—Vamos, por favor— suplicó el mayor— Los demás no se arrodillarán para dejarte ir.

Poco a poco el de ojos bicolor se vio obligado a volver a la realidad, donde el resto de radioactivos se hicieron presentes de nuevo, con la misma agresividad de antes.

—¡Por aquí!

Horacio comenzó a correr detrás del peligris hasta que el alboroto fue aminorando, dejando atrás la peligrosa zona.

—Si corremos podremos llegar al búnker antes de que anochezca, procuré que nuestras rutas no se alejaran demasiado de su ubicación.

No se detuvieron en ningún momento hasta que el menor supuso que estaban lo suficientemente a salvo. Sin decir ni una palabra, fue frenando su trote hasta cesarlo por completo, acercándose entonces a uno de los árboles de su alrededor para apoyarse en él.

Necesitaba un momento. Necesitaba respuestas.

—¿Qué te ocurre?— dijo de pronto el ruso al darse cuenta de que no le seguía, volviéndose para encaminarse hacia el menor— ¿Te encuentras bien?

Se agachó un poco para ponerse a la altura del encorvado joven, pero fue justo en ese momento en el que un empujón por parte del más bajo le hizo dar un paso atrás.

—Vas a explicarme ahora mismo qué es lo que está pasando— dijo acentuando cada palabra, fijando sus enfurecidos orbes en los del mayor.

—Horacio...

—¡Explícamelo!

El grito hizo que Volkov se sorprendiera, quedándose quieto para no crispar más los nervios de Horacio.

—Vayamos al búnker, por favor, ahí te lo explicaré todo.

—No. Hazlo ahora, o te juro por lo que más quiero que me doy la vuelta y vuelvo a esa aldea a buscar las respuestas.

Entonces el peligris dejó salir un largo suspiro.

—¿Qué quieres saber?

—¿Qué son los radioactivos? O, más bien,— se corrigió— ¿quiénes son?

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: May 14 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

ɪᴍᴍᴜɴɪᴛʏ |Volkacio|Where stories live. Discover now