🩺CAPÍTULO 34🩺

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Durante dos horas los escuché reír, discutir por algún juego de mesa y chocar bebidas. Que al final decidí acostarme en la cama de Cole, la cual es muy cómoda. No es apropiado, pero el suelo estaba frío.

—Espera, voy al baño —escuché decir al doctor Alberto de pediatría, mientras mataba mi tiempo en un juego de mi celular en donde restauraba jardines—. ¿Y estos tacones?

Me senté de golpe. Maldición, olvide los tacones.

Al otro lado de la puerta se hizo un silencio sepulcral.

—Son míos —intervino Monty—. A Cole le gusta verme con ellos en la cama —agregó e hizo reír a los invitados.

El sonido de los tacones se hizo oír, al igual que las risas se volvieron más intensas, lo que me hizo suponer que Monty se puso mis tacones.

De pronto mi celular comenzó a sonar. Me apresuré a silenciarlo, sin importar que se tratara de mi madre. Dios, esto es demasiado para mí, mi corazón está por colapsar.

—¿Eso fue un celular? —preguntó el doctor Domínguez, y seguido silencio.

—Cole, vino de tu habitación, pero tu celular está aquí —dijo Karina.

De nuevo, silencio.

—Él tiene dos celulares, porque...

—Los tacones son de mi novia —confeso, interrumpiendo a Monty. Y casi me pareció escuchar que alguien tocia con fuerza, pero Cole continuó— y el celular que sonó es de ella. La cena que se comieron era para ella. No sabía que iban a venir, fue una sorpresa para ambos, no quiso incomodar a nadie y decidió estar en mi habitación —agregó.

—Espera, entonces, el rumor de...

—Sí, estoy saliendo con alguien. Ya conviví mucho con ustedes, me gustaría estar ahora con mi novia —expuso.

¿Los estaba corriendo?

—Oh, sí, lo lamentamos, nosotros ya nos vamos... —dijo Domínguez y escuché que comenzaban a levantar algunas cosas.

—¿Por qué mejor no se une a nosotros? —propuso Cazy. Por supuesto que iba a pedir eso.

—Es muy pronto para que conviva con mi círculo de amigos —fue su repuesta, fría y cortante.

—Entonces, nos vamos, ten un feliz cumpleaños. ¡Novia de Cole, lo sentimos! — escuché gritar al doctor Domínguez. Él siempre tan lindo. Sonreí.

Los siguientes ruidos fueron voces despidiéndose y la puerta cerrarse. El sonido parecido al trote de un caballo me dio a entender que alguien corría en mi dirección.

—¡Te atrapé! —gritó Monty al abrir la puerta, sobresaltándome. Tenía el cabello alborotado y los ojos un poco rojos y decaídos por el alcohol y cansancio.

—Quítate mis tacones —dije, al ver que los traía puesto y le quedaban muy pequeños. Me los va a dañar.

—No, me veo divina —se pegó a la puerta e hizo una pose sexy. Reí.

—Deja de jugar y ve a tomar un baño para irte a dormir —lo hizo a un lado Cole.

—No, tú no me mandas —dijo Monty como si fuera un niño revelándose a su padre.

Se dio la vuelta y comenzó a cantar:

Nunca nadie me va a dominar

Yo voy a pelear

No me rendiré nunca, yo me rendiré, no

Atrapado estoy, pero no me montarán

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