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No solo el país susurra murmulla, también todos los que trabajan en palacio.

Casi cinco meses después de la boda y la reina aún no ha dado señales de estar embarazada.

El malestar generado crispa los nervios del Rey quien anda malhumorado todo el día. Ni siquiera en compañía de Midoriya logra calmarse. Las batallas son cada vez más notorias y violentas. El pueblo ya ha empezado a darle la espalda. Muchos civiles están partiendo a otros lugares buscando un futuro prometedor.

Empieza a quedarse solo...

El odio empieza a comérselo por dentro como un cáncer en fase final.

-Cof Cof

-¿Os encontráis bien, mi señora?

Midoriya encuentra a la reina apoyada en la ventana con semblante enfermo. No ve a su guardián ni a ningún otro, y le extraña, le resulta realmente extraño. Ese hombre es la sombra de la reina.

-¿Sentís algún dolor?

Ella niega.

-Padezco de asma.

-¿Estáis tomando algún medicamento? Tal vez yo pueda encontrar algo que la ayude.

Vuelve a negar dándole las gracias de nuevo. Da un paso tembloroso y su cuerpo se precipita desvanecido. Midoriya no duda en tomar a la reina en brazos y correr hacia la habitación real encontrándose a Bakugou, Kirishima y Sero.

-¡Mi señor, la reina!

Grita dando grandes zancadas directo hacia la cama donde la deposita cuidadosamente. Midoriya le toma el pulso mientras Bakugou toma la temperatura. Está ardiendo, susurra.

-¿Es su ciclo de celo?

Ante la pregunta de Kirishima, Midoriya niega.

No hay feromonas emanar del cuerpo de la mujer que respira con dificultad.

Midoriya procede a examinarla cuando las grandes puertas se abren con furia. El obispo hace su entrada junto a su comitiva.

-¿La reina está enferma?

No dan un paso más ante la furtiva mirada de Bakugou.

-Por favor, necesitamos asegurarnos de que su enfermedad no sea contagiosa.- replica Midoriya dando pie a que salgan – Estamos demasiados en esta habitación, así que, por favor.

-Usted no puede darnos órdenes.

Espeta el obispo.

-Fuera.- ordena el Rey con furia – Kirishima, que nadie salvo Midoriya o yo tenga acceso a esta habitación – el pelirrojo asiente – Sero, traiga todo lo que el médico necesite – éste también asiente y escribe veloz en su libreta las indicaciones de Midoriya.

-Majestad-

-¿Estáis sordos? – la habitación se congela – Fuera.

El obispo maldice. El canciller sale en silencio, y el resto de hombres dejan una estela de frialdad y sonrisas triunfadoras que nadie consigue ver. Una vez que solo quedan los reyes y el médico a solas, una vez que Bakugou se asegura de que no hay nadie escuchando tras la puerta y que Kirishima es el único que monta guardia en la siguiente puerta contigua, la reina se incorpora victoriosa.

-Os dije que era una magnífica actriz, majestad.

Midoriya suspira aliviado expulsando los nervios que aún le hacen temblar las entrañas. No sabe cómo aceptó montar tal numerito para que los tres pudieran hablar tranquilamente y seguir adelante con el plan.

Mi Vida Por La VuestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora