Capítulo 17

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Me desperté con mi estómago rugiendo por hambre. Ví la hora en el reloj y eran las 3:30 pm. Me lavanté de la cama y fui a la cocina a prepararme algo de comer.

Lo más fácil que conseguí preparar fue cereal con leche. Aún estaba sin energías, era increíble cuánto me había agotado el sexo. Me preguntaba si iba a ser así todo el tiempo, o sólo se debía a que tenía todo un año sin nada de acción, y mis primeras veces fueron nulas ante ésto.

—¡Al fin despiertas! —Mike apareció a mis espaldas. —¿Estás enferma o algo? Te ves de terror.

—No lo sé, quizá sea una gripe que estoy pescando y me ha debilitado... Me siento muy cansada.

—Sí, ajá... —Mike no me creía en lo absoluto, pero decidí ignorarlo y volver a la comodidad de mi habitación.

Al entrar ví sobre el sillón, al lado de la bolsa, un teléfono, de inmediato supe que era de Benjamín, había visto cuando lo sacó de su bolsillo antes de acostarse conmigo.

Lo tomé en mis manos para colocarlo en la mesita de noche y la pantalla se encendió. Habían muchos mensajes de un número desconocido, y justamente estaba entrando uno de ese mismo número, dejando ver en la barra de notificaciones una parte del texto:

«Por favor amor, sabes que no puedes negarte a mi.»

Una alarma sé encendió en mi interior, y la curiosidad me invadió. El teléfono no estaba bloqueado, así que sólo deslicé la pantalla hacia arriba dejando a la vista todos los mensajes. Evidentemente era una chica... ¡No podía creer lo que estaba leyendo!

—¿Ya reviviste? —Ana entró a mi habitación preguntándome divertida, hasta que vió mi rostro todo rojo de la rabia. —¿Qué tienes?

—Mira esto. —le entregué el teléfono. —Benjamín lo dejó aquí por error y mira con lo me encuentro.

—¿Revisaste su celular?

—No precisamente. Es decir, sólo lo tomé para guardarlo y los mensajes llegaron. Además no está bloqueado por lo que pude leerlos, ¡y ese no es el caso! ¿Has leído los mensajes?

—Benjamín, estoy de vuelta y deseosa porque me hagas tuya como sólo tú sabes hacerlo, estos días sin ti han sido muy tristes. —Ana leía uno de los mensajes en voz alta.

—¡Es un maldito infeliz!

—Tienes toda la razón. —Ana asentía devolviéndome el teléfono, lo hice a un lado y tomé el mío, llamándolo de inmediato.

—Hola hermosa, en un par de horas estaré en tu casa, ¿cómo has dormido? -habló al contestar.

—Bien, aquí te espero. -colgué. No tenía muy claro porque lo había llamado si no le diría nada, pero en ese momento sólo veía rojo.

—¡Ese maldito me va a escuchar!

—Amelia, si bien tienes razón, tampoco tienes derecho de reclamarle nada. No son una pareja ni nada formal... Tú has tenido pensado salir con dos al mismo tiempo.

—Es diferente Ana, yo quería conocer a ambos chicos, pero al acostarme con Benjamín lo que teníamos fue más allá y eso cambió mi parecer, no podía tomarlos como un juego a ambos. Y mira con lo que el imbécil me sale.

—Te entiendo, pero no te puedes rebajar a reclamarle nada, porque no te debe nada. Si está demostrando ser ese tipo de hombre, sólo apártalo de tu vida y ya está.

—Sí, creo que en vez de gritarle por mujeriego, le voltearé el juego diciéndole que sólo lo quería para una noche y ya no quiero saber nada de él. —Ana río ante mi ocurrencia.

Encantadora Where stories live. Discover now