La noticia de que Red Bull se arriesgo al contratar a una mujer para que reemplace a Sergio Pérez luego de su repentina salida del equipo, ronda por todo el mundo entre los fanáticos del deporte.
Lola, es una chica directa y sin miedo a decir lo qu...
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El aire de Maranello siempre solía traerme una sensación de paz cada que caminaba por el pueblo, creo que seguir a mi abuelo hasta acá fue lo mejor que pudo pasarme en la vida. Acá fue donde comenzó todo, esa pasión, lealtad y amor hacia Ferrari, misma que me terminó rompiendo en mil pedazos para terminar pegando cada parte de mi con el pegamento más fuerte que pude encontrar, y huir lo más lejos que se me podía permitir.
Había hablado con Carlos estos días, vendría a visitarme y tomar algo para pasar la tarde, no era muy seguro que viniera con Charles, pero según él dijo, lo obligaria a venir. Pero por mi, que viniera o no, no me afectaba en nada, no éramos amigos al parecer, pues había logrado congeniar con todos menos con él.
—Buongiorno, doña Alessandra. —salude sonriente a la señora que atendía la panadería.
—¡Lola, querida! —me recibe entusiasta, apretujandome en un abrazo haciéndome reír. —È bello vederti cariño, estuviste espectacular en la carrera del domingo. —me felicito. (Que bueno verte)
Sabía que lo decía con sinceridad, todos a los que conocía en el pueblo y me felicitaban lo hacían, aunque sea difícil para ellos, pues la lealtad que le tenían a Ferrari aquí era inquebrantable, pero ellos conocian la historia que tenía con la scuderia, y a pesar de todo fueron los únicos que me ayudaron cuando todo se vino cuesta abajo en un abrir y cerrar de ojos.
—Hubieras estado mejor vestida de rojo. —comento su esposo, Eduardo, haciendo notar su llegada con una gran bandeja de especialidades del lugar. —Pero aún así lo hiciste increíble, estoy muy orgulloso, aunque le hicieras perder el segundo lugar a il predestinato. —refunfuño con falso rencor, logrando que su esposa le pegará con el trapo que llevaba en mano.
—Il predestinato. —repeti rodando los ojos con burla. —No me llevo muy bien con él. —confesé.
—Con Lorenzo tampoco te llevabas bien, y terminaste saliendo dos años con el después de terminar con el chico ese de tu país. —hablo la señora, recordando la relación que había tenido con el menor de sus hijos.
La familia Vanetto había sido muy unida a mi abuelo cuando decidió mudarse a Italia por su trabajo, y por consecuencia a mi cuando me vine con el. Y eran la única razón por la que había decidido quedarme en Maranello, después de todo me habían ayudado a superar su partida, en gran parte les debía mucho más de lo que ellos negaban.
—Pero con Lorenzo es distinto, él no me subestimaba y se burlaba de mi en entrevistas.
—Ay ya verás que terminarás enamorada, siempre te lo dije, del odio al amor hay un solo paso... Y en algún momento tendrás que darlo, y si no lo das tu, lo dará él. —se encogió de hombros mientras su esposo se reía de las ocurrencias de su mujer.
—¿Llevaras lo de siempre? —pregunto Eduardo.
—Si, por favor, y unas masitas también, hoy tengo visitas. —pedi.
